lunes, 1 de febrero de 2010

MILLION DOLLAR BABY

Cuando acabas de ver esta película, la impresión que te queda es que te han dado un buen derechazo en el alma, o donde quiera que se alojen los sentimientos del ser humano.
Una historia que es compendio de un montón de reflexiones sobre algunos aspectos de la vida, del comportamiento de las personas, de la relaciones entre semejantes, de los sentimientos.
Nos habla del boxeo, claro, por supuesto, eso es lo que vemos y no podemos negar la evidencia de que se nos están contando algunos de los aspectos que envuelven este mundillo. El gimnasio; el antiguo púgil venido a menos que se ocupa del mantenimiento; su antiguo preparador y la relación entre ambos; los bravucones que se acercan por allí; las trampas y los intereses ocultos que rodean el boxeo profesional; el encumbramiento y la caída de los ídolos. Todo eso es el boxeo y su mundo, de todo ello se habla aquí, pero sabemos que es una mera disculpa para algo mucho más profundo, para pensamientos que tienen mayor calado y van mucho más allá. Se nos está hablando de personas, lo del boxeo es una manera de hacernos llegar el mensaje (los mensajes), de hecho, los combates van a velocidad de vértigo, porque eso es lo que menos le interesa al realizador.
En realidad se nos quiere contar una relación que se trastoca en paternal entre una chica que lucha por conseguir su sueño y su mánager que busca redimirse de su fracasada vida con su verdadera hija. Ese es el quiz y alrededor de ese eje central, Eastwood va tejiendo de manera magistral otras historias que la aderezan: Los diálogos con Freeman, con el sacerdote, la familia de la muchacha y alguna otra cosilla que son verdaderas delicias de guión y que, en ocasiones, le dan para meter píldoras de humor que suavizan la dureza de esta tremenda película, que es muy, pero que muy dura.
Eastwood se toma su tiempo cuando quiere hacerlo y nos cuenta las cosas sin prisas (salvo las peleas, porque ahí no quiere detenerse), pero sin perder el ritmo y todo ello concebido de una manera que se ajusta a los cánones clásicos: Buena música, excelente guión, encuadres cuidados y de gran plasticidad y unas interpretaciones que rayan a gran altura y más si tenemos en cuenta que muchas escenas fueron rodadas en toma única, algo que no es inhabitual en Eastwood, pero que en este caso tiene más mérito dado que sus actores se llevaron sendos Oscars.
En todo caso, una gran película, de esas que te hacen reflexionar y más con ese final que deja abiertos otros debates (léase eutanasia) y que está resuelto de manera muy inteligente porque no entra en consideraciones a favor o en contra, eso nos lo queda para nosotros.




No hay comentarios:

Publicar un comentario