miércoles, 7 de septiembre de 2011

RAMA Y CANCELA





















En un extremo del patio, formando contraste con tan elevadas personalidades y con el brillo de los uniformes, se veían, rodeados de un grupo de oficiales de Infantería de Marina, unos viejos aldeanos gallegos, que, con aspecto medroso y revelando en su cara el asombro que les producía cuanto estaban presenciando, acabaron por romper en sollozos que no pudieron contener durante el acto. Eran los padres de los soldados, cuya gloriosa muerte se iba a conmemorar, llegados la víspera de Coristanco y Lagarcha, aldeas de la provincia. (EL CORREO GALLEGO 15 septiembre 1.912)
Esos viejos aldeanos gallegos a los que se refiere la noticia de El Correo Gallego, eran los padres de dos soldados españoles, los infantes de marina José Rama Varela y Antonio Cancela Rodríguez, a quienes se rendía homenaje en el cuartel de Dolores, en Ferrol.
El 5 de junio de 1895, en Cuba, aún territorio español, los soldados Rama y Cancela, pertenecientes al 2º Batallón del 2ª Regimiento, de guarnición en la plaza de Holguín, prestaban servicio para proteger la línea de ferrocarril de Gíbara a Holguín, para ello, había desplegados varios puestos de centinela unidos mediante patrullas de vigilancia.
Aquel día, los dos soldados formaban parte de una de estas patrullas, compuesta por un sargento, un cabo y 13 soldados. La patrulla fue atacada en "Piedra Picada", junto al puente sobre el arroyo "Aguas Claras", por fuerzas muy superiores (unos 1.800 insurrectos), mandadas por los cabecillas Maceo y Rabí. La patrulla los pudo fijar durante un cierto tiempo con nutrido fuego; después hubo de retirarse, operación que realizó brillantemente, pero tuvo que abandonar a cinco soldados que quedaron copados. De ellos, tres fueron heridos pronto, y rematados a machetazos, dándoles por muertos los insurgentes. En cambio, José Rama Varela y Antonio Cancela Rodríguez resistieron sin rendirse hasta que se les agotó la munición, y fueron cruelmente masacrados en medio de ocho cadáveres enemigos inmediatos. Su acción dio tiempo a que llegaran refuerzos y la posición a ellos confiada no se abandonó.
Un testigo casi milagroso pudo contarlo, el soldado Blanco (uno de los tres dados por muertos por los insurgentes) quien, con la masa encefálica al aire, sería recogido posteriormente.
Quizá su hazaña, como la de tantos héroes anónimos, habría quedado en el olvido de no ser porque, sólo unos meses después, a finales del aquel mismo año de 1895, para proteger el puente ferroviario de Aguas-Claras, se erigió el nuevo fuerte en las proximidades de las pobres defensas anteriores. Y este nuevo fuerte, de más envergadura e importancia que aquellas, recibió el nombre de “Rama y Cancela”. Y bajo la placa que indicaba este nombre, se colocó otra placa-memorial. Esta placa, cuyo texto rememoraba a aquel de Las Termópilas en honor de Leónidas y sus espartanos, decía: "Viajero, ¡detente y descúbrete!. La tierra que pisas es sagrada. En nombre del Real Cuerpo de Infantería de Marina".
Por cierto que, a principios de este año de 2011, el busto que el ayuntamiento de Coristanco erigió en memoria de Antonio Rama (el que se ve en la foto) apareció arrancado de su pedestal y arrojado unos metros más allá. Por los restos de bebidas que se hallaron en los alrededores, se puede suponer lo que estaban haciendo estos "valientes" descerebrados que acometieron la hazaña.
Unos jóvenes, como lo eran Rama y Cancela, que murieron con 21 años.
Durante su defensa, ambos héroes recibieron una oferta de los insurgentes, que les daban la oportunidad de rendirse a cambio de respetarles la vida y libertad. Sin embargo, ellos prefirieron defender su puesto hasta el final, porque así hacían honor al juramento dado de cumplir con su deber.
Claro que Rama y Cancela murieron con honor, palabra muy poco comprendida en la actualidad, incluso por algunos que se llenan la boca con ella y, desde luego, totalmente extraña a los tarados que, por fortuna, no representan más que a una minoría de jóvenes.


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