martes, 6 de noviembre de 2012

LA DAMA DEL LAGO

Última entrega de los siete volúmenes que componen la Saga de Geralt de Rivia y que en España, por su extensión, ha sido editado en dos partes. Y la verdad es que no queda mal del todo, pues el primero de los dos libros, es como más poético, por llamarlo de algún modo y en el segundo, se retoma la trepidante acción que salpica los volúmenes anteriores, sobre todo cuando se nos describe la batalla contra los niilfgardianos y en en el capítulo en el que asistimos al rescate de Ciri.
Andrzej Sapkowski es el autor de esta celebrada saga que, para muchos, supone el mejor y más conseguido intento de resucitar el género de la fantasía épica medieval. Sería un error juzgar la obra por este último volumen, que en algunos pasajes puede resultar algo decepcionante por la manera en que cierra algunos de los hilos abiertos anteriormente, creo que hay que juzgar la obra en su conjunto, algo que puede resultar complicado a quienes leyeron los libros conforme aparecían, pues algunas veces había que esperar más de dos años al siguiente. No cabe duda de que es una de las obras cumbres del género y, posiblemente, lo mejor que ha escrito su autor.
Los personajes están maravillosamente perfilados, los diálogos son brillantes y acompañados de conseguidos toques de humor, logrando una magnífica narración que hace de la lectura de la saga un ejercicio que resulta de lo más apetitoso. Este mundo de fantasía en el que refleja el nuestro, lleno de metáforas entre la historia poetizada y el mundo real, como, por ejemplo, ese reparto del mundo entre los representantes de los reyes después de la guerra y que, siendo Sapkowski natural de Polonía, el país que quizá haya visto movidas sus fronteras más veces, no puede dejar de recordarnos el reparto del mundo que hicieron las potencias vencedoras tras la Segunda Gran Guerra. Pero hay muchos más paralelismos con nuestro hipócrita mundo real: La limpieza étnica, los crímenes de guerra, la hipocresía con la que los ejércitos alientan estas prácticas durante un conflicto para luego condenarlas a su fin, las atrocidades que se cometen en nombre de la economía, el fanatismo en sus peores expresiones, las consecuencias de la guerra sobre la población civil y, sobre todo, el menosprecio y la despreocupación de los gobernantes por el bienestar de sus pueblos, en aras de la alta política.
Un libro y una saga dura, en la que conviven la violencia y la ternura, lo sórdido y lo poético, la frialdad de los poderosos y la indiferencia del mundo, junto a la camaradería y la alegría de vivir. En resumen, a pesar de sus defectos, una gran obra.
Por supuesto que el lector, al final, convivirá para siempre con el recuerdo de Yennefer, de Geralt y de Ciri. Yo, amén de los citados y alguno más, siempre recordaré a Jaskier, el bardo que unas veces por gusto y otras a regañadientes, acompaña en ocasiones al brujo Geralt. Y es que la filosofía de Jaskier es la que empapa esta obra, yo creo Sapkowski habla de sí mismo y de estos libros cuando en uno de los pasajes de la saga dice que Jaskier sabía que pocas personas creerían la historia que contaba el romance, pero no se preocupó por ello. Sabía que los romances no se escriben para que se crea en ellos, sino para emocionar. Algunos años después Jaskier podría haber cambiado el contenido del romance, haber escrito sobre lo que sucedió en realidad. No lo hizo. La verdadera historia no hubiera emocionado a nadie.
 
 
 

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