viernes, 11 de octubre de 2013

NICOLÁS Y ALEJANDRA

Nicolás II (Michael Jayston), zar de todas las rusias, gobierna con poder absoluto sobre el vasto imperio herededado de sus antecesores. Sin embargo, los tiempos están cambiando, Rusia es un país medieval anclado en el siglo XX, la población se muere de hambre, pero ya no se resigna a dar su vida por el padrecito, se oyen voces disonantes que el zar, en su empeño por mantener las cosas cual han estado toda la vida, se niega a escuchar a pesar de los consejos de sus ministros que le sugieren la conveniencia de dar por concluído el conflicto que mantienen contra Japón y que consideran perdido.
Esto sólo será la antesala de la debacle final que supuso la declaración de guera por parte de Alemania y la consiguiente entrada en liza de Rusia. La I Guerra Mundial supuso la sangría definitiva para un país empobrecido, cuyo único activo es el número de hombres a quienes se envía como carne de cañón al frente, sin munición, sin víveres y sin moral.
 

 
Este es el caldo de cultivo que propicia el descontento del pueblo que contempla impotente como sus mejores hombres caen víctimas de las balas enemigas, del frío y del hambre, pero sobre todo de la ineptitud de un hombre empeñado sólo en ganar una guerra que está perdida y en reprimir a sangre y fuego cualquier signo de protesta.

 
La vida de las élites rusas nada tiene que ver con la miseria del pueblo, la corte de San Petersburgo es la más ostentosa de Europa, nada se escatima mientras la gente de la calle no tiene unas migajas que llevarse a la boca. Por si esto fuera poco, la zarina Alejandra Fiódorovna (Janet Suzman) nunca ha sido bien aceptada, su origen alemán la hace estar mal considerada y más después del estallido de la guerra, sus oscuras relaciones con Grigori Rasputín (Tom Baker) y la más que evidente influencia de este sobre el zar, son otro de los pilares en los que se basa la animadversión contra la familia imperial.
 
 
A pesar de que he leído críticas que no son de esta opinión, creo que el film refleja bastante bien los aspectos históricos que se vivieron en la Rusia de principios del siglo pasado y que supusieron, a la postre, la caída de la dinastía Romanov y el triunfo de la revolución bolchevique, unos hechos que afectaron de forma decisiva el devenir de toda la humanidad durante todo el siglo XX y de los que se derivan consecuencias que aún permanecen en la actualidad.

 
Muchos de los detalles que podemos leer en los manuales de historia, son respetados y recreados tal cual ocurrieron. Todo el episodio de la muerte de Rasputín, por ejemplo; o su ascendencia sobre la zarina, producto de la mejoría de la débil salud del heredero que ésta creía firmemente era debida a una actuación poco menos que milagrosa del santón. Pero también otros muchos episodios que forman parte del guión, se ciñen de manera casi escrupulosa a los hechos reales.

 
Está muy bien reconstruído todo el esplendor de la corte rusa, su magnificencia rayana en la exageración y, aunque se le dedique menos tiempo en el film, también las miserables condiciones de vida del pueblo, aunque quizá se circunscriba demasiado a la zona metropolitana de la entonces capital del imperio y a su escasa población industrial, cuando en realidad la inmensa mayoría del pueblo eran campesinos.

 
Toda la película está salpicada de escenas muy interesantes, bien sea por su composición, colorido, movimiento de masas, belleza estética o por varias de estas cosas a la vez.
Magníficos los decorados, el vestuario (uno de los dos Oscar que se llevó fue en este apartado), la reconstrucción del entorno que rodea a los personajes (el interior de los vagones de tren, el palacio de invierno, el parlamento...), buena banda sonora, también nominada a los premios de la academia, igual que la fotografía de Freddie Young, con algunos encuadres realmente soberbios, muy bonita y lograda.

 
Aún reviviendo todo ese entorno, al que no puede dar la espalda, pues son los acontecimientos en los que están inmersos los personajes del film, la película, en realidad, lo que trata es de acercarse a la persona de Nicolás, hacer una especie de retrato introspectivo que nos acerque a comprender las decisiones (o la falta de ellas) de este hombre, su forma de ser y actuar y el porqué de las mismas.
Todo el primer tramo del film nos presenta a un hombre empeñado en imitar a sus predecesores que se niega a hacer una sóla concesión sobre sus privilegios en su afán por entregar a su heredero el imperio tal cual lo heredó. Un personaje sin aptitudes para gobernar, que vive de espaldas a su pueblo cuyos sacrificios no es capaz de reconocer.
En la última parte, tras su marcha al frente durante la Guerra Mundial, su posterior regreso y detención, se transforma en un ser reflexivo que se hace consciente de que está pagando las consecuencias de sus actos anteriores.

 
Hay otras dos grandes cuestiones que podríamos llamar colaterales a este asunto central , porque tuvieron su importancia. Una en el momento, la influencia de Rasputín sobre la familia imperial, creo que está bastante bien analizada y otra, que tuvo una consecuencia más duradera en el tiempo: la revolución. Los personajes más importantes tienen su cabida en el film, por supuesto, allí aparecen Lenin (Michael Bryant), Stalin (James Hazeldine) o Trotsky (Brian Cox), tratados casi de manera episódica, pero al contrario de lo que piensan algunos que opinan que se debió dar más relevancia a estos personajes, yo creo que no hay más que remontarse al momento para darse cuenta de que el "peligro" que suponían entonces era relativo, la prueba está en que apenas contaban con media docena de diputados en el parlamento y que lo que realmente supieron hacer bien, fue aprovechar las circunstancias que les vinieron rodadas, pues el verdadero problema de Rusia, lo que llevó al zar a perder el poder, fue el hambre y la situación de semiesclavitud del pueblo, por un lado y la respuesta del gobierno a base de represión y muerte, por otro. Los bolcheviques estaban allí, eran pocos pero bien organizados y tuvieron la visión de ofrecer un armisticio a Alemania, algo que no hizo el gobierno puente de Kerensky (John McEnery) que se empecinó en mantenerse en la guerra. La gente estaba harta de muerte y miserias y si Kerensky y los suyos hubieran firmado la rendición, el triunfo bolchevique es posible que no hubiera llegado, al menos no de la manera en que se produjo.

 
Parte de los exteriores del film se rodaron en la Costa Brava, supongo que esa sería la razón de que Gil Parrondo formara parte del equipo de dirección artística (tres directores artísticos figuran en los créditos), un apartado en el que se llevó el segundo de los Oscar que consiguió el film. Supongo también que el rodaje en España, fue lo que permitió hacer unas apariciones testimoniales a Jorge Rigaud y Jaime de Mora.

 
La película contó un buen plantes de actores, si bien, las mejores interpretaciones son de dos desconocidos, Michael Jayston, que da vida al inseguro, débil e influenciable Nicolás y Tom Baker que nos presenta a un inquietante Rasputín, quizá la mejor interpretación de todas.
A pesar de la impecable factura técnica, de estar muy bien rodada y magníficamente recreado todo el entorno, a la peli es como si le faltara alma. Lo que nos atrae es la historia en sí, pero no acaba de sacar provecho de ella para conectar con el espectador.

 
Siempre he creído ver más similitudes de las que la distancia y la diferencia de culturas entre España y Rusia puede dar a entender. El sufrimiento de estos dos pueblos, imperios venidos a menos por culpa de dirigentes ineptos empeñados en conservar sus privilegios, que han dado la espalda a su pueblo en tantas ocasiones sin que este reaccionara, como si se sintiera en la obligación de soportar el peso de la bota sobre su cuello. Pueblo del que han surgido genios inmortales, mientras las élites se han empeñado en hacerlos aparecer como vagos, borrachos, pendencieros y juerguistas, en tanto los que de verdad lo eran mandaban, eso sí, vestidos de etiqueta y guardando las formas del protocolo cortesano.
No sé, me da un poco de pena.

 
 
 

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