miércoles, 27 de agosto de 2014

ÁGORA

Alejandría, año 391 d.C. Hypatia (Rachel Weisz)enseña astronomía, matemáticas y filosofía a un grupo de jóvenes estudiantes, uno de los cuales, Orestes (Oscar Isaac), está enamorado de ella, igual que su esclavo, Davos (Max Minghella).
Los cristianos de la ciudad, encabezados por Amonio (Ashraf Barhom) y el obispo Cirilo (Sami Samir), están intentando ganar el poder político e imponerse a los otros credos que conviven en la ciudad. Con el paso de los años, Orestes es nombrado prefecto de Alejandría y consigue mantener una precaria paz con los cristianos, pero estos acaban enfrentándose a paganos y judíos y no aceptan sino el bautismo de todos los habitantes de la ciudad.
Hypatia no está interesada en la religión, sus preocupaciones son el movimiento de los astros y la paz entre las personas. Sin embargo, Cirilo ve con malos ojos la influencia de Hypatia en Orestes y la acusa de impiedad y de brujería. A partir de ese momento, la vida de Hypatia está en peligro, pero también el saber y el desarrollo de la ciencia que ella representa. Para el nuevo credo dominante, todas esas cosas son símbolos del paganismo y ha de acabarse con ellas.


Película española, dirigida por el que entonces era el realizador emergente más prometedor del panorama nacional, Alejandro Amenábar; el guión, del propio realizador y de Mateo Gil, plasma su visión personal de lo que pudo haber sido la vida de esta mujer, rara avis en la época y en muchos siglos posteriores.
Es evidente que Amenábar tiene que realizar un ejercicio de imaginación, aunque esta sea siguiendo una línea de cierta coherencia, pues, como el mismo film advierte, poco se sabe de esta mujer, de cuya peripecia vital nos ha llegado su prodigiosa inteligencia y su cualidad de adelantada a un tiempo que no le era nada propicio en su doble condición de mujer y de pensadora y científica.


Con un presupuesto no muy habitual, por lo cuantioso, en el cine español, la película cuenta con una maravillosa ambientación, una más que correcta fotografía y una banda sonora del italiano Dario Marianelli, emotiva y no exenta de elegancia.


Interpretaciones desiguales, para mi gusto, con un buen trabajo de la protagonista, que creo que supera incluso lo que el guión da a su papel, con varios secundarios que tienen bastante presencia, entre los que a mí me ha llamado especialmente la atención Max Minghella.


Yo pienso que Amenábar sabía que el proyecto era arriesgado y que su planteamiento no iba a ser bien recibido en todos los ámbitos, sin embargo, celebro que aprovechara el crédito que tenía en aquellos momentos para embarcarse en este film, que yo calificaría de personalísimo y didáctico por encima de otras connotaciones.
La película es técnicamente casi perfecta, las disensiones, tanto de crítica como de espectadores, vienen a la hora de enjuiciar la historia en sí, porque hay cosas, como el ritmo del film o el feeling con el público, que yo pienso que se derivan de ese principio, es decir de que sepas o no entender la pretensión del realizador-guionista, o de que estés de acuerdo o no con el enfoque que da sobre el personaje y el corolario que desea transmitir de esa historia.
El resultado es esa división, casi radical, de opiniones, desde quien acusa al film de manipular la historia, hasta quienes ven la reivindicación de la mujer, pero sobre todo, del valor de la cultura frente a la intolerancia y el fundamentalismo religioso.

 
 
 

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