viernes, 22 de agosto de 2014

BATHORY

La condesa Erzsébet Báthory (Anna Friel), siendo aún una niña, es prometida en matrimonio al barón Ferenc Nadasdy (Vincent Regan); ambos pertenecen a dos familias de las más ricas e influyentes de Hungría y con esa unión aseguran unir los patrimonios y el poder de los dos clanes.
En esa época, el país está en guerra contra los turcos que pretenden adentrarse en el territorio y además, los nobles están divididos por culpa de la diferencias religiosas entre católicos y protestantes, sin embargo, ante la amenaza exterior, dejan a un lado sus diferencias y se enfrentan al enemigo común.
El conde Báthory, como el resto de los miembros de la nobleza, toma parte en algunas de las batallas, será conocido como el Caballero Negro de Hungría y combate con fiereza y determinación a los otomanos, hasta que muere en una de las refriegas.
Erzsébet soporta como puede las largas ausencias de su esposo, dedicándose sobre todo al cuidado de sus hijas y a investigar las propiedades curativas de las plantas, poniendo en práctica sus conocimientos y ayudando en la sanación de muchas de las personas que habitan sus territorios.
Cuando se produce la muerte de su esposo, la condesa habrá de enfrentarse a un terrible enemigo, Thurzo (Karel Roden), otro noble, que peleó junto a Ferenc y que ambiciona las posesiones de los Báthory.


El guión adapta, dando la vuelta a los documentos y a la tradición, la vida de la enigmática condesa Báthory, conocida como la Condesa Sangrienta. La acción se sitúa en la Alta Hungría a finales del siglo XVI.


Seguramente, quienes idearon la narración y la película, pretendían dar una visión completamente distinta a la que podemos hallar en las crónicas de la época, bajo el pretexto de que esa historia oficial, está influida por la leyenda negra.
Sin embargo, el resultado es casi una aberración y un insulto a la inteligencia. Si se pretende que esta mujer, en realidad fue víctima de un complot que perseguía arrebatarle sus dominios en beneficio de la corona y de la Iglesia y que todos los crímenes que se le achacan formaban parte de ese complot, no se puede acompañar esta reinterpretación de la Historia, con una bruja que tiene poderes cuasisobrenaturales y otras cosas por el estilo.


Por no hablar de la parejita de monjes, un mal remedo del protagonista de "El nombre de la rosa" y su ayudante, que se sirven de inventos totalmente anacrónicos, eso sí, basados en esos dibujos sobre artefactos imposibles ideados por Leonardo, y con los que no sabes si tomártelo a broma o llorar de pena; más cuando, para acabar de rematar la faena, nos meten allí, nada menos que al pintor Caravaggio (Hans Matheson), para que tenga un affaire con la condesa.
La banda sonora, de Simon Boswell, es acertada, con música tradicional húngara, que nos ambienta en la época y nos sumerge en las diferentes escenas; incluye una canción de la cantautora eslovaca Katka Knechtová, una especie de salmo que oímos entonar a la protagonista.


Al final el film resulta un producto delirante, bastante malo, metido en un precioso envoltorio, pues tanto la fotografía, de Ján Duris, como el diseño de vestuario, de Julia Patkos, son una auténtica maravilla, como lo es, en general, la ambientación de la película, que se beneficia de haber sido rodada en los escenarios donde transcurrió la historia real.
Y, por si fuera poco, se han excedido en el metraje, con lo que aquello que de bueno pudiera tener la historia, se pierde ante las ganas que le entran a uno de que acabe de una vez.

 
 
 

2 comentarios:

  1. Casualmente conozco algo a un descendiente de la susodicha que me ha confirmado que esta versión es la que más se aproxima a la realidad y que toda esa leyenda negra son paparruchas.

    Saludos.

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    1. Puede que la versión se aproxime a la realidad, pero la manera de contarla... la película deja que desear.

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