jueves, 30 de julio de 2015

EL IMPERIO DE PLATA

Gengis Khan ha muerto y la lucha por el poder se desata entre las tribus mongolas. Aunque hizo jurar a su hijo Ogedai como heredero, un hermano de este, Chagatai, reclama sus derechos y la nación vive años de tensa calma, mientras Ogedai está empeñado en la construcción de una nueva ciudad, Karakorum, que será el centro del poder Mongol, retrasando el acto de juramento como nuevo khan.
La víspera de que tal acontecimiento tenga lugar, extraños movimientos tienen lugar en la nueva ciudad edificada por Ogedai, su vida pende de un hilo durante toda la noche consiguiendo salvarla casi de forma milagrosa. Aunque todo el mundo sabe que tras ese intento de asesinato está Chagatai, su sobrino le perdona la vida y le entrega extensos territorios, mientras que su hermano Tolui recibiría las tierras de la patria mongola, donde empezó a forjarse el gran imperio.
Una vez reconocido como nuevo Khan, Ogedai, junto a su hermano Tolui, se encamina a la frontera oriental, donde derrota a los Chin, haciendo huir a su emperador a territorio Sung. Durante esta campaña tiene lugar el extraordinario incidente que provocó la muerte de Tolui.
Mientras, en occidente, el general Tsubodai, junto a algunos de los jóvenes príncipes, entre los que está Batu, el hijo de Jochi y, por tanto nieto de Gengis Khan, lleva a cabo una campaña que bien podría haber cambiado el curso de la historia. La llamada Horda de Oro, llevó a los tumanes mongoles a más de siete mil kilómetros de Karakorum, a través de Kazajstán, Rusia (hasta Moscú y Kiev), Rumanía, Hungría, Polonia, Lituania, este de Prusia y Croacia, hasta llegar al corazón de Europa, tras haber saqueado Buda y  Pest.
Tsubodai había enviado ya exploradores al norte de Italia y los Caballeros Teutones, afirmaron, tras la derrota del rey Bela de Hungría, que ente Francia y los mongoles, no había nada que les detuviera.
Cuando Tsbodai estaba llamando a las puertas de Viena, se produce la muerte de Ogedai y su hijo Guyuk, ordena el regreso de los tumanes a Karakorum. La política se interpuso entre Tsubodai y sus ambiciones. Si no lo hubiera hecho, toda la historia podría haber sido diferente. No hay muchos momentos en la historia en los que la muerte de un único hombre haya cambiado el mundo entero. La muerte de Ogedai fue uno de esos momentos. Si hubiera vivido, el devenir de Europa y, por tanto, del mundo tal y como lo conocemos, sería muy otro.
Buena parte del comienzo del libro (varios capítulos), se dedica a las intrigas políticas de la corte mongola de Karakorum, son quizá los momentos menos atractivos de la novela, según se mire, claro, porque no dejan de resultar tremendamente interesantes y, además, el autor sabe darle cierto dinamismo para que no se haga excesivamente lenta su lectura.
Es a partir de la marcha de Tsubodai a la campaña de occidente cuando la acción toma altura y las páginas van pasando con ligereza cuando asistimos a la toma de Moscú, o a las épicas batallas de Liegnitz y del río Sajó (conocida también como batalla de Mohi), Conn Iggulden, aunque novelándolas y cambiando detalles, nos explica algunas de las tácticas del ejército mongol, como la falsa retirada, que les permitieron derrotar a ejércitos muy superiores y bien entrenados.
La lectura del libro se hace muy amena y seguimos aprendiendo muchas cosas de esta parte de la historia poco conocida en occidente, a pesar de que, en este caso, nos toca más de cerca.
A la espera quedamos de la entrega definitiva de esta saga que nos narra el ascenso de Kublai Khan y que yo ya tengo esperando en la pila de pendientes.


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