miércoles, 22 de julio de 2015

NAZARÍN

El padre Nazario (Francisco Rabal), vive en un pobre cuartucho acorde con el ambiente de las personas entre las que desarrolla su labor pastoral.
Apenas tiene nada y cuanto posee dura poco en su poder, hasta el contenido del cepillo de la iglesia le llega a desaparecer, pues a la menor oportunidad, bien porque él se lo da, o porque lo toman por las buenas, los pobres entre quienes vive, consiguen que Nazario les socorra aunque signifique quedarse sin comer.
Andara (Rita Macedo), una mujer de las llamadas de mala vida, tiene una pelea en la que resulta gravemente herida, Nazario la esconde en su cuarto, pero ante la inminente llegada de la justicia, la dueña de la pensión la conmina a irse de allí. Debido a que ha dejado la habitación del sacerdote impregnada del perfume barato que usa, Andara decide quemar el cuarto para no dejar huellas que comprometan al sacerdote.
Entre tanto, Nazario ha sido apartado por la Iglesia de su ministerio y se convierte en peregrino, al que siguen en su caminar la propia Andara y Beatriz (Marga López), a la que ha abandonado su hombre, ambas están convencidas de que el padre Nazario es un santo, algo que les queda aún más claro cuando, durante su estancia en el pueblo de Beatriz, la sobrinita de ésta, que se halla gravemente enferma de fiebres, sana tras las oraciones del cura.


Adaptación de la novela homónima de Benito Pérez Galdós, un autor por el que Buñuel sentía gran admiración, lamentándose más de una vez de la escasa repercusión internacional de su obra.
El director introdujo importantes variaciones, empezando por la más evidente, pero no la más relevante, la ubicación: en vez de situarla en Madrid tal y como se hace en la novela, la trama transcurre en México. Sobre todo a partir del comienzo de la peregrinación del padre Nazario, película y novela, aunque siguen manteniendo su concomitancia, parecen discurrir por caminos diferentes.


Salpicado de imágenes made in Buñuel (los píes de la difunta, el Ecce Homo sonriente, etc.) que tanto llaman la atención del espectador por su contenido claramente surrealista, el film trata de mostrarnos lo que podría ser la vida de Cristo en la sociedad actual a través de la figura del padre Nazario.
Un personaje cuya bondad está fuera de lugar, es genial la escena (que no está en la novela) en la que se ofrece a trabajar por la comida en una obra en la que parece que están construyendo un tramo de ferrocarril, y los demás peones se oponen porque consideran que les perjudica que una persona renuncie a su salario y consiguen echarlo del lugar, pero cuando Nazario ya está lejos, se produce un enfrentamiento entre el capataz y los obreros y se escucha un disparo, sin duda uno de los peones ha recibido un disparo, mientras Nazario, no se sabe si muy consciente de la que ha dejado liada tras él, se encoje de hombros y sigue su camino.


Esta fue la primera colaboración de Buñuel con Paco Rabal, que está muy bien interpretando a este peculiar sacerdote desprendido de toda vanidad humana en un mundo que no le comprende y en el que resulta molesta su presencia.
La fotografía en blanco y negro de Gabriel Figueroa, refleja la desolación del paisaje y la miseria del entorno y de las personas.
El escueto acompañamiento musical, incluye hacia el final, el sonido de los tambores de Calanda.


Buñuel era ateo (gracias a Dios, diría él), sin embargo las inquietudes de tipo religioso, están presentes a lo largo de su obra, más en esta parábola de la reencarnación de Cristo en la figura del padre Nazario (hasta el nombre evoca al nazareno) y en las numerosas referencias a los evangelios (la presencia de los ladrones bueno y malo, el trasunto de Marta y María en Beatriz y Andara, incluso el de ésta en la Magdalena, la pasión, la corona de espinas...).
En la película están muy presentes también el amor y la sexualidad, otras de las constantes del cine buñuelesco, aunque más que el amor, podríamos hablar de la pasión, la que siente Andara por Pinto o la de la mujer moribunda, que prefiere a su Juan antes que la salvación eterna.
Final también digno del realizador aragonés, dejando en el aire qué será de Nazario, en el que vemos al sacerdote inmerso en una profunda desorientación personal donde, después de todo lo pasado, se empiezan a agrietar sus firmes valores.




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