miércoles, 26 de agosto de 2015

LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO

Colin Smith (Tom Courtenay) es un joven de clase obrera que vive en un barrio de Nottingham con su madre viuda, el amante de esta y sus tres hermanos pequeños. Tras padecer una dolorosa enfermedad, su padre murió, después de haber trabajado toda su vida en una fábrica de la localidad por un salario de miseria que no le iba a permitir salir de una vida sin ningún tipo de lujos, esto y las continuas discusiones en el hogar familiar, entre su padre que reprocha a su esposa que le engaña con otros y ella que le echa en cara que no trae suficiente dinero, harán que la vida de Colin no sea precisamente ejemplar, pero lo será aún menos cuando robe una panadería junto a un amigo. En lugar de gastar el dinero, lo esconden con objeto de recuperarlo más adelante, cuando el asunto se haya enfriado, pero la policía sospecha de ellos y no para de acosarles, hasta que, por una situación de mala fortuna para ellos, acaban encontrando el dinero, lo que lleva a Colin directamente al reformatorio. Una vez allí, se aficiona a correr y, gracias a sus cualidades como atleta, obtiene unos privilegios que no desea para sí. Hasta que finalmente tendrá que elegir entre el éxito como héroe deportivo y la soledad del corredor de fondo.


El guión está basado en un relato del escritor británico Alan Sillitoe, un hombre que había nacido en Nottingham y cuya beligerancia social y claridad de ideas son propias de un autor que evoca un paisaje obrero que conoce desde niño. Sillitoe había comenzado a escribir a mediados de los cincuenta del pasado siglo, durante su estancia en Mallorca, animado por su amigo Robert Graves y cuando ya había conocido a la que sería su compañera de por vida, la poeta norteamericana Ruth Fainlight. Sillitoe es tenido por uno de los más importantes escritores británicos de su generación.


El film, producido y dirigido por Tony Richardson, supuso la eclosión del llamado "FreeCinema" en el Reino Unido y técnicamente hace unos cuantos experimentos, no todos brillantes, ni mucho menos.
Tiene cosas llamativas, como la banda sonora que incluye temas de jazz libre y que en algunos pasajes está bastante bien; mezclas bastante logradas de tomas con cámara fija y móvil y un cierto aire de documental.
Pero sin duda, lo mejor del film es el espléndido uso del flashback, pocas veces se podrá ver una utilización más natural y lograda de esta técnica.


Pocas cosas menos poéticas que los barrios de las localidades que rodean Londres, en zonas industriales construidas sobre los escombros de los bombardeos de la II Guerra Mundial, sin embargo, la película consigue darle a la narración un aire entre poesía y realismo mediante la historia de este joven fruto de una sociedad dominada por el sombrío aislamiento de la clase obrera, los pequeños delitos que se cometen para salir adelante y la profunda ira que domina a los habitantes de las ciudades industriales.
La película logra seducir al espectador mediante su lenguaje sencillo y consigue transmitir la idea de cómo funcionaba en los 60 (quizá no haya cambiado tanto) el universo que nos propone: la vida sin esperanza, los prejuicios, los daños colaterales de la industrialización, la ubicuidad del delito, las ilusiones del laborismo político, el clasismo, los simulacros de la felicidad, la desconfianza, los rituales del grupo... y también, el vacío existencial que se refleja en la actitud ante la vida del protagonista que sabe que ha de correr, que la suya es una carrera de fondo, pero ¿hacia dónde? y, no menos importante, ¿con quién?.
¡Ah!, un último apunte, los aficionados al atletismo, que no se dejen engañar por el título, la carrera no es más que una disculpa, una gran metáfora, en ningún caso es una película deportiva.




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