viernes, 13 de mayo de 2016

RE-ANIMATOR

Herbert West (Jeffrey Combs), investiga junto al prestigioso doctor Hans Gruber (Al Berry) en una institución de Zurich. Sus experimentos están encaminados a conseguir resucitar a los muertos. Según su teoría, si la vida se debe a que una serie de reacciones químicas se producen en nuestro cuerpo, la cuestión está en inducir esas reacciones cuando se produce la muerte para que un cuerpo recupere sus constantes vitales.
Sin embargo, algún fallo en el proceso hace que el doctor Gruber no supere la prueba y muera definitivamente, como quiera que cuando esto se produce West está con él, todos piensan que es el culpable de la muerte del doctor, por lo que abandona suiza y encamina sus pasos a EE.UU.
Una vez allí, consigue ser admitido en la prestigiosa Universidad de Miskatonic (enclave habitual del universo ficticio creado por H.P. Lovecraft), donde continuará con sus experimentos y se producen los primeros intentos fallidos. West atiende el anuncio de un joven estudiante para compartir piso y se va a vivir a su casa, se trata de Dan Cain (Bruce Abbott), a quien convence para que le ayude en sus experimentos. Cain tiene relaciones con Megan Halsey (Barbara Crampton), hija del director de la universidad, que acaba descubriendo los manejos de West y despidiéndole, algo que tendrá consecuencias fatales.


El guión adapta muy libremente un relato de Howard Phillips Lovecraft titulado “Herbert West: Reanimador”, y en español ha aparecido algunas veces incluido en una edición con otros relatos, bajo el nombre de “El Intruso y Otros Cuentos Fantásticos”.
Nacida como una parodia confesa al mito de “Frankenstein”, el moderno prometo de Mary Shelley, del que usurpa la idea del científico obsesionado por un propósito de naturaleza irreal, para cuya resolución no escatima en romper cualquier tipo de barrera moral.


Rodada con medios limitados por un equipo encabezado por los irregulares Brian Yuzna (productor) y Stuart Gordon (director y coguionista), es una película de serie B que, sin embargo, está relativamente cuidada. Es cierto que los diálogos dejan qué desear y que alguna cosa que estaba en el metraje original, como el poder psíquico del doctor Hill (David Gale), se cortaron y ello redunda en que el espectador haya de deducir el por qué de lo que sucede en alguna escena posterior. Sin embargo los efectos especiales están bastante conseguidos, si tenemos en cuenta esas limitaciones, aunque el ojo despierto puede descubrir más de un fallo, siempre fruto de la pobreza de presupuesto y no del ingenio o habilidad de los profesionales.


El film se ha convertido en una película de culto para los aficionados al cine de terror y al gore, con muchos aditamentos típicos de este tipo de productos, adobados con un peculiar sentido del humor, bastante macabro, como es lógico.
Seguramente el mejor acierto es su duración, que no llega a los 90 minutos, esto hace que la historia pase con la rapidez adecuada para un relato que tampoco da más de sí.




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