martes, 21 de junio de 2016

EL SHOW ELECTORAL

—Tienes que ir a un programa en el que los niños te van a preguntar cosas.
—Podías buscarme otra cosa, ayer en una entrevista me preguntaron si yo era más de slip o de boxer.
—No te quejes, peor fue lo del otro, que lo más interesante que le encontraron fue que tiene el culito prieto.

Y así podríamos seguir, entre tonterías y bobadas sublimes que, bien están como aditamento a una campaña electoral, sobre todo para quitar hierro al asunto, pero que rayan lo ridículo, cuando no vergonzoso, ante la falta de propuestas de los candidatos que se limitan a lanzar ideas, pero no aclaran cómo piensan llevarlas a la práctica.

Eso sí, todo muy calculado para que la imagen en televisión sea positiva, todo pensado y estudiado al detalle: el candidato en primer término, con las manos extendidas y abiertas, el gesto amable, derrochando simpatía y dando sensación de seguridad. Detrás, sentados en una especie de graderío con un par de escalones, los jóvenes del partido: el morenazo con buena mata de pelo, la rubia de pelo largo y suelto que podría ocupar portada en cualquier revista de moda, y junto al amado líder, el palmero oficial que asiente de manera sincrónica, cual el público que va girando el rostro de un lado a otro en un partido de tenis, aparentando que sigue con sumo interés las ideas que desgrana el jefe, hasta que éste se sale del guión mentando la cal viva y se le queda al aplaudidor cara de no saber qué hacer o cuando suelta lo de "Es el vecino el que elige al alcalde y es el alcalde el que quiere que sean los vecinos el alcalde" y Popeye el palmero, tarda un segundo más de la cuenta en arrancarse con un fervoroso aplauso al que siguen de forma compulsiva los espectadores, todos de la clá, por supuesto, sin ser muy conscientes de que están aplaudiendo la enésima metedura de pata del candidato (o sí).

Y es que hemos pasado de aquel mundo en el que cualquier manifestación de alegría era pecado, a este en el que lo que importa es el show, hacer las tonterías que te pide la gente, desde dar saltitos impostados cuando piden que vote el candidato a bailar sin ningún sentido del ritmo.

Bueno, al menos nos queda reconocer que estas tonterías no son patrimonio nacional, aunque a nosotros (a mí al menos), las que me duelen y me hacen sentir vergüenza ajena, son las nuestras. Se ve que son fruto de estos tiempos desquiciados en los que se aplaude en los entierros y durante los minutos de silencio, sólo falta que se cante el ¡campeones, campeones!



2 comentarios:

  1. Desde que se impuso la forma al fondo y empeorando vertiginosamente...creo que Obama fue bastante precursor de ello, aunque no el único; por desgracia, es lo que las masas quieren, y el que no se presta no existe o es tachado.

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    1. Una verdadera lástima. Al final, lo de menos son las capacidades como posible gobernante del candidato, lo que cuenta es su predisposición a seguir las tonterías que le proponen en la tele.

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