viernes, 8 de julio de 2016

LA CASA DE BERNARDA ALBA

La película cuenta la historia de Bernarda Alba (Irene Gutiérrez Caba) una mujer con un carácter intransigente que no permite que nadie se salte sus normas,
Con ella viven sus cinco hijas: Angustias (Enriqueta Carballeira), Magdalena (Aurora Pastor), Amelia (Mercedes Lezcano), Martirio (Vicky Peña) y Adela (Ana Belén), a las que educa bajo los rasgos de la España profunda de principios del siglo XX, es decir, en una sociedad tradicional, muy violenta, en la que el papel que la mujer jugaba es secundario, mezclado con un fanatismo religioso y el miedo a descubrir la intimidad.
Bernarda, tras haber enviudado por segunda vez a los 60 años, decide vivir los próximos ocho años en el más riguroso luto y arrastrar a sus hijas con ella obligándolas a cumplirlo, no dejándolas salir a la calle, ni abrir las ventanas.
Angustias va a casarse con Pepe el Romano (Álvaro Quiroga), pero entre este hombre y Adela se ha desatado una secreta pasión irracional y poderosa que los arrastra.
Pronto la tiranía de Bernarda y el ansia de libertad de sus hijas chocarán y hará que explote una rebelión que ni si quiera Bernarda podía prever.


El guión se basa en una obra teatral de Federico García Lorca que lleva el mismo título,  escrita en la primavera de 1936, al parecer en pocos días. Fue la última obra de Lorca, ya que poco después el autor granadino fue fusilado alevosamente en el barranco de Viznar.


Igual que los clásicos griegos, o las novelas de Dostoievski, Lorca construyó una obra que trasciende el espacio geográfico en el que está ubicada, para convertirse en una tragedia universal. De hecho, ha sido representada en todo el mundo y en cualquier lugar, por muy diferente que sea la cultura respecto a la nuestra, es entendido el drama que plantea.
Bien interpretada, aunque alguna de las actrices baja un poco el tono general, se impone la presencia de Irene Gutiérrez Caba y el buen trabajo de Florinda Chico, que deja a un lado su vis cómica para demostrar su capacidad interpretativa fuera de los ámbitos en los que fue encasillada.


Mario Camus lleva a cabo un digna adaptación del clásico lorquiano, más que respetando, reverenciando el texto original y, conservando un cierto aire teatral en el film, si bien aprovecha el medio para sacar la cámara a otros ámbitos de la casa en que se desarrolla la acción.
Hay quien ha criticado esa forma teatral del film, exagerándola, pues ya digo que para mí, conserva un aire, pero no es, ni de lejos, el típico teatro filmado, pero aún así, la obra de teatro de Lorca, se desarrolla en un universo cerrado, la casona familiar y en ese lugar, con ligeras salidas al exterior, se desenvuelve la acción de la película.
Una obra de mujeres, en el que la forma masculina, presente en cada momento, sólo se atisba físicamente mediante sombras o sonidos.
Quizá lo único que no consigue Camus es hacer partícipe al espectador del drama que viven esas mujeres, meterle en el agobiante ambiente del domicilio regentado por la intransigente madre. Aquí la sensación es de que lo estamos presenciando todo desde fuera, como meros observadores que asisten al drama con la frialdad del espectador.




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