miércoles, 31 de agosto de 2016

BAILANDO CON LOBOS

Durante la Guerra de Secesión estadounidense, el teniente John Dunbar (Kevin Costner), resulta gravemente herido y está a punto de perder un pie. Recuperado de sus heridas, se le concede la oportunidad de escoger a donde desea ser enviado para servir, curiosamente escoge la frontera, tierra conocida por su salvajismo y estar habitada por algunas tribus indigenas.
El teniente tiene como misión llevar provisiones al puesto fronterizo de Fort Sedgewick pero al llegar se encuentra con que ha sido abandonado por su guarnición. Cumpliendo con las ordenes que recibió se queda por algún tiempo y luego, más por placer que por responsabilidad, lo convierte en su hogar.
Dunbar quedará aislado y olvidado en el fuerte, circunstancias que propiciarán su acercamiento hacia una tribu de nativos, a la naturaleza y a su propio ser.
Como es de prever, su curioso acercamiento inicial hacia sus "vecinos" acaba por derivar en simpatía y empatía por parte de los dos bandos y desemboca en un acercamiento entre ambas culturas.
Nuestro protagonista aprenderá a enfocar todo su mundo bajo un prisma totalmente distinto, donde una serie de nuevos valores florecerá en él.
Por supuesto, el amor en sus más diversas variantes y la aceptación entre diferentes, guiarán esta historia que depara un ritmo intenso y que consigue resultar relativamente fresca a pesar de cimentarse en torno a ideas ya vistas en multitud de ocasiones.


Basado en la novela del mismo título de Michael Blake, el propio autor lo es del guión.
La fotografía de Dean Semler se beneficia de los espléndidos paisajes naturales, componiendo estampas de gran belleza, mientras, por su parte, John Barry nos ofrece una de sus mejores bandas sonoras.


No fue sencillo llevar la novela de Blake a la pantalla, las productoras eran renuentes a poner su dinero para un western, un género bastante olvidado en aquellos momentos y al que se daba casi por fenecido. Así pues, Costner hubo de poner bastante dinero de su propio bolsillo, algo que a la larga le proporcionó suculentos beneficios.
Es de alabar el tremendo trabajo que se tomaron para dar más realismo al film, entre otras cosas, obligando a los actores a que se aprendieran sus diálogos en la lengua lakota que hablaban los nativos.


La belleza de los paisajes, la naturaleza casi idílica que se nos presenta y la buena relación que alcanza el protagonista con sus vecinos, puede hacer que nos dejemos llevar por un mundo casi paradisiaco, cuando la película realmente nos presenta a unos indios que tampoco es que fueran pacíficos, ni mucho menos, se mataban entre ellos para robarse los recursos de que disponían y su vida resultaba bastante dura y peligrosa, pero lo que sí hace el film es alejarlos de ese papel de salvajes asesinos con que se nos presentan en muchos westerns. Son personas civilizadas, mientras a los soldados blancos los vemos como los verdaderos salvajes de la historia.


El film pretende ser un canto a la convivencia entre culturas y al respeto mutuo, en convivencia pacífica con la naturaleza, explotando sus recursos de manera racional y no interesada.
En el fondo también pude tomarse como una forma de lavar la conciencia de quienes acabaron con aquellas civilizaciones de las llanuras, un mensaje de reconocimiento de culpa. Lo malo es que llega demasiado tarde, todos sabemos lo que ocurrió.




martes, 30 de agosto de 2016

HUMOR BRITISH

Tradicionalmente el servicio en el ejército británico ha sido voluntario, por otra parte, en Gran Bretaña, que era esencialmente una potencia naval, la Armada tenía prioridad.
Sin embargo, en 1916 (igual que ocurriría después en 1939), se estableció el servicio militar obligatorio para defender a la patria en peligro durante la I Guerra Mundial.
Los ingleses que jamás habían conocido el servicio militar obligatorio, se resignaron a adoptarlo, su gobierno creyó oportuno iniciar tan aborrecida reforma llamando sólo a los solteros. Durante aquel periodo, una caricatura presentaba a dos soldados ingleses en las trincheras de Flandes. "Y tú, ¿por qué viniste? ¿Voluntario?" "No. Había que escoger. O casarme o venir a la guerra. Y yo soy un hombre pacífico..."



lunes, 29 de agosto de 2016

¡AY, CARMELA!

Ambientada en la España de 1938, la película, una tragicomedia musical, narra la historia de los artistas Carmela (Carmen Maura) y Paulino (Andrés Pajares), a los que el mando republicano les asigna la misión de entretener a la tropa en la primera línea del frente con su espectáculo 'Carmela y Paulino, varietés a lo fino' pero, hartos de pasar hambre, deciden regresar a Valencia. Por error extravían el camino y se adentran en la zona del bando contrario, donde son detenidos por las tropas franquistas y se ven obligados a improvisar una función teatral, en honor a las tropas vencedoras. Los fascistas italianos que dominan la zona les piden que amenicen una velada a la que asistirán altos mandos del ejército y los prisioneros de las Brigadas Internacionales, que serán fusilados al amanecer.
Paulino y Carmela forman una peculiar pareja, él un perfecto hombre apocado, servil, que busca fuerzas en la bebida, superado por la apasionada Carmela, impetuosa, algo vulgar, vehemente, simpática, cabezona y que se deja llevar por lo que siente sin pensar demasiado en las consecuencias.
Basada en la obra teatral de José Sanchís Sinisterra, estrenada en noviembre de 1987 en Madrid bajo la dirección de José Luis Gómez.


Saura supo dar el toque exacto de humor (casi negro en muchos instantes) a este drama en el que hace un compendio, interesado, eso sí, de la tragedia que supuso el enfrentamiento entre españoles de 1936-39, aprovechando además, muy bien, las posibilidades de abandonar el espacio escénico único del teatro para darle más amplitud a la obra de Sinisterra.
Estupendamente interpretada por Pajares, Carmen Maura y Gabino Diego, que logran sacar mucho partido a sus personajes, la película arrasó en los Goya de aquel año, además de contar con premios en el extranjero, siendo proyectada en cines de toda Europa y América.
Magnífica la escena inicial que logra captar absolutamente la atención de espectador para transitar por una historia triste pero muy entretenida.




viernes, 26 de agosto de 2016

SANGRE Y ARENA

Juan Gallardo (Christopher Rydell), vive con su madre, viuda, su hermana y su cuñado en una casa humilde, trabaja como mensajero, pero su verdadero anhelo es convertirse en figura del toreo, un camino que se presenta poco menos que imposible, pues carece de medios y contactos para introducirse en el mundillo y buscar una oportunidad. Entre tanto se dedica a visitar ganaderías durante la noche para tentar, de manera clandestina, alguna res de vez en cuando.
En una de esas ocasiones es sorprendido por los mayorales de un cortijo, uno de los cuales le propina una soberana paliza, mientras el otro, apidadado del muchacho, le encamina a Jerez de la Frontera, para que se ponga en contacto con El Nacional (Albert Vidal), un antiguo banderillero que regenta un bar y que, según le dice, puede ayudarle a conseguir su propósito.
Una vez en Jerez, Juan encuentra hospitalidad por parte del antiguo torero, que le entrena y se pone en contacto con Don José (José Luis de Vilallonga), un marqués que se convierte en apoderado del nuevo diestro.
En su debut en la Maestranza sevillana, Juan alcanza un éxito apoteósico y desde entonces cuenta con el favor del público.
Sin embargo, una mujer, Doña Sol (Sharon Stone), se cruza en la vida de Juan, es hija de un rico ganadero y la relación entre el torero y ella pone en peligro no sólo el matrimonio de Juan, sino su propia carrera y su futuro personal.



Enésima adaptación a la gran pantalla de la novela homónima de Vicente Blasco Ibáñez, en este caso modernizada en cuanto al contexto que se sitúa aproximadamente en los años 80 del pasado siglo.
Quiere ser una representación de la elevación a la cima de la fama y la posterior caída libre de una persona, un torero en este caso, que se deja llevar por el oropel y por los encantos de una mujer que, en el fondo, no ve en él sino un trofeo más en su colección de amantes. Juan es incapaz de ver que siempre será una persona de clase inferior para ella y se va aislando de quienes de veras le quieren, hasta quedarse totalmente sólo frente al toro.


La película no aporta nada nuevo, al contrario, en muchos casos desmerece de la novela en que se inspira, con un elenco de actores que tampoco es que hagan un gran trabajo y una dirección bastante errática. Ni siquiera queda el recurso de acudir a la fotografía o a la banda sonora para salvar algo.




jueves, 25 de agosto de 2016

LA XV BANDERA (VOLUNTARIOS IRLANDESES EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA)

Ya hemos hablado alguna vez de los voluntarios extranjeros que combatieron en la Guerra Civil Española, hoy lo vamos a hacer de los irlandeses encuadrados en la XV Bandera de la Legión.
Voluntarios irlandeses hubo en ambos bandos, en el republicano, integrados en las Brigadas Internacionales, una de las tres compañías del famoso Batallón Lincoln, estaba compuesta por combatientes irlandeses y cubanos. En el bando nacional, formaron su propia unidad y vamos a contar someramente la historia de su aventura española que comenzó a fraguarse en agosto de 1936, apenas un mes después del llamado Alzamiento.
El general Eoin O'Duffy, es un veterano de la guerra de la independencia, durante la cual se destacó al lado del legendario Michael Collins, atraído por la idea de contribuir directamente a la lucha contra el comunismo, O'Duffy escribe a varios periódicos para expresar su convicción de que Franco "está defendiendo las trincheras de la Cristiandad" y, de paso, sugiere la posibilidad de reclutar un cuerpo de voluntarios. El eco es inmediato y de todos los condados afluyen cartas de aprobación por centenares. Muchos jóvenes se declaran dispuestos a marchar. Al general le gusta referirse a los soldados de la Invencible que vinieron a prestar socorro a Irlanda y también a los innumerables irlandeses que sirvieron al Reino de España, así los generales O'Donnell, O'Shea y O'Reilly, sin olvidar al arzobispo de Cashel, el Colegio irlandés de Salamanca y la Iglesia de los Irlandeses en Madrid. Por estereotipado y sentimental que pueda parecernos hoy, este lenguaje no deja al público irlandés indiferente.
Sin embargo, el empeño, no va a resultar fácil, el parlamento irlandés vota una ley que prohíbe a todo ciudadano irlandés que se aliste en España bajo pena de una multa (hasta 500 libras) y de encarcelamiento (hasta dos años). En Gran Bretaña el asunto también causa revuelo: invocando el Pacto de no-intervención, algunos diputados -los señores Manders, Roberts y Gallacher- exigen resueltamente que se impida a los voluntarios que salgan desde puertos ingleses. Estas dificultades no impresionan al general O'Duffy. Seis mil personas ya han respondido a su llamamiento y la Iglesia Católica le apoya casi oficialmente. Se sabe que miembros del IRA ya combaten con los rojos y, por eso, el argumento de la no-intervención resulta poco convincente. Lo que se conoce del bando republicano más bien sirve a la causa del general O'Duffy. Según el parecer del capitán McGuinness, quien desertó del bando republicano y volvió a Irlanda, "el gobierno de Madrid es 100% rojo y violentamente hostil a la Iglesia Católica" y "cada irlandés que combate o defiende este régimen, defiende al enemigo de su Fe" . Por el contrario, la iniciativa de O'Duffy parece estar en armonía con las convicciones profundas del católico pueblo de Irlanda y las aspiraciones de su clero.
Ante las dificultades para hacerse con un transporte, será finalmente Juan de la Cierva, uno de los hombres de Franco en Londres, quien con la ayuda de Nicolás Franco, solventará el asunto alquilando el barco "Domino". El día 16 de octubre de 1936, cerca de Waterford, el primer contingente deberá embarcar con destino a España. Sin embargo, una contraorden del propio Franco, aplaza sine die la operación. Contrariado, pero no desanimado, O'Duffy viaja a España para conocer los motivos de esta decisión y Franco, con el que se entrevista en Salamanca, le dice que los soviéticos están buscando una disculpa para denunciar el pacto de no intervención e intensificar su ayuda a los rojos. Invitado por Franco, visita varias posiciones del frente de Madrid y en Toledo se entrevista con cardenal Gomá. A su regreso a Salamanca, se le comunica que dada la afluencia continua de franceses y rusos a la zona republicana, el general Franco autoriza la venida de los voluntarios irlandeses.
O'Duffy regresa a Irlanda y el 8 de noviembre reúne a sus coordinadores a quienes pide que movilicen de nuevo a los que todavía quieren salir. Alistados por la duración de la guerra o por seis meses, los voluntarios formarán una o más banderas del Tercio; cada bandera se compondrá de unos 800 hombres, o sea 4 compañías; con excepción de los oficiales de enlace, los mandos serán irlandeses. Según el acuerdo firmado con Franco, los irlandeses nunca tendrán que enfrentarse con los vascos, y podrán conservar sus normas propias. Médicos, capellanes, incluso cocineros serán irlandeses
Para el traslado en España, O'Duffy decide que se utilizarán las líneas existentes. Los voluntarios saldrán de Dublín para Liverpool y de ahí proseguirán hasta Lisboa con enlace semanal. El resto del viaje se hará por carretera. Los hombres viajarán de paisano, cada uno comprará su billete, y sólo en España se alistarán de manera individual. El 13 de noviembre de 1936, una primera decena de voluntarios sale de Dublín, una semana más tarde, el general O'Duffy acompaña a un segundo grupo; el 27 de noviembre, un tercer grupo de 84 voluntarios sale de Dublín; antes de que su barco zarpe del puerto, Monseñor Byrne, deán de Waterford, les ha remitido rosarios y Agnusdei. Evocando la partida en su homilía dominical, Monseñor Ryan declara: "Han salido para tomar parte en la batalla de la Cristiandad contra el comunismo. Muchas dificultades les esperan y sólo los héroes pueden emprender tal combate". El 4 de diciembre, 100 hombres más salen de Dublín y dos días después, otros 500 se embarcan de noche en un buque que ha venido de España, secretamente reunidos en Galway y llevados a alta mar por un barco irlandés (el "Dun Aengus"), estos hombres atraviesan un temporal antes de acceder al buque español. Desembarcados en El Ferrol y llevados a Salamanca, siguen hasta Cáceres, donde radica el cuartel de la tropa irlandesa que se somete a una preparación intensiva bajo mando del capitán Capablanca. La unidad que conforman se llama "XV Bandera de la Legión" y recibió el apodo de "La católica". Lleva el uniforme del Tercio (con arpas célticas en las solapas).
Prevista para la noche del 6 al 7 de enero de 1937, la travesía siguiente no tendrá lugar. A la hora fijada, más de 700 voluntarios, que deberían formar la bandera de relevo, se presentan en Passage East y esperan en vano al buque español que debía transportarles. Requerido en el último momento para tomar parte en una operación naval cerca de Málaga, el navío no arribará.
En Cáceres, los irlandeses son objeto de innumerable atenciones: El coronel Luis de Martín Pinillos, gobernador militar, manda izar la enseña irlandesa sobre todos los edificios públicos de la provincia, e interpretar el himno irlandés en las ceremonias oficiales. El Obispo permite que durante los oficios, a los que asisten regularmente, se despliegue el estandarte de la brigada. El 3 de enero, el coronel Pinillos invita a todos los oficiales a visitar el monasterio de Guadalupe. Enarbolando banderas irlandesas, la pequeña localidad cacereña acoge de manera triunfal a los irlandeses y el Prior del monasterio les habla con mucho afecto. Algunos días después, la Bandera desfila para celebrar la toma de Málaga, y el 6 de enero, el mismo general Franco viene a pasar revista.
El 16 de febrero de 1937, la Bandera irlandesa recibe la orden de marchar que tanto esperaba. El destino es Ciempozuelos, donde 635 hombres de la Bandera irlandesa participarán en la Batalla del Jarama.
El 17 de junio de 1937 a las 10 de la tarde, el "Mozambique" se hace a la mar en Lisboa, a bordo viajan los supervivientes de la XV bandera, solo se quedan en Cáceres 8 heridos intransportables y dos enfermeras (MacGorisk y Mulvaney): para los irlandeses, la expedición a España ha terminado.
Constituida por personas privadas, desprovista de dinero y desaprobada por su gobierno, la brigada irlandesa no desempeñó un gran papel militar durante la guerra. Su presencia fue sobre todo simbólica. Como ha escrito O'Duffy: "Diez mil irlandeses habían contestado a mi llamamiento, pero no pudimos llevarles a España. No teníamos buques. A la inversa de lo que ocurría en Italia, en Alemania, en Francia y en Rusia, no teníamos ningún apoyo del gobierno; y a España le faltaban navíos". 15 muertos y decenas de heridos, dan fe de la presencia de estos hombres que, en palabras de nuevo del propio O'Duffy "eran verdaderos cruzados que dejaban casas confortables… No eran mercenarios sino idealistas. Para cada uno de ellos, ir a España era un verdadero sacrificio, y todos volvieron más pobres que antes"




miércoles, 24 de agosto de 2016

SI TE DICEN QUE CAÍ

En 1970, dos amigos de la infancia y compañeros de trabajo en un hospital, Ñito (Cesáreo Estébanez), un celador, y sor Paulina (Mercè Sans), una monja que presta servicio como enfermera, identifican el cadáver de una pareja que se ha ahogado en un accidente de coche. El muerto es Daniel Javaloyes (Jorge Sanz), conocido como 'Java', compañero de correrías durante la niñez.
Ante su cadáver, ambos rememoran recuerdos de infancia en el barrio barcelonés de El Guinardó, en los tristes años de la posguerra española. Allí aparecen sus primeras experiencias sexuales, sus fantasías y sus miserias. En un ambiente degradado y oscuro, los protagonistas cuentan sus “aventis” –historias inventadas por niños nacidos de la violencia y criados en la calle– que les permiten ir tejiendo una realidad fantástica y extrañamente cotidiana.
Basado en la novela del mismo título de Juan Marsé, el autor señaló que no era la peor adaptación que habían hecho de sus libros, lo que es decirlo todo sin decir nada.
Para mi gusto no es una buena adaptación, aunque tiene sus claroscuros. Por un lado refleja con acierto una parte de lo que fue la Barcelona de postguerra, la de las familias de los vencidos, pobreza, miseria e ingenio para salir adelante, pero se deja llevar por el ambiente prostibulario, que también existió (nadie lo duda), pero ahí encuentra Vicente Aranda su espacio para desarrollar ese particular manual de estilo tan propio de él, en que desata el voyeur que lleva dentro (al menos eso parece viendo algunas de sus películas).
Mal diferenciados los "aventis" de lo que pudiéramos llamar narración real, de manera que a medida que avanza el film, hay muchos momentos en los que uno no sabe si está viviendo una de las historias que cuentan los muchachos o pertenece a lo que de verdad ocurrió en sus vidas.
Hay algunas cosas curiosas, por ejemplo el papel de Javier Gurruchaga, que parece hecho a medida de este iconoclasta y carismático showman o el debut en el cine de algunos actores que más adelante serán muy conocidos en nuestra escena y aquí son apenas unos niños (Carlos Trsitancho, Juan Diego Botto...).
Tiene momentos interesantes, pero en general yo creo que no es una buena adaptación de la novela de Marsé, de la que se podría haber sacada más partido.




martes, 23 de agosto de 2016

HERIDAS ABIERTAS

Ann Nash y Natalie Jane Keen, dos niñas de apenas 10 años, aparecen muertas, con unos meses de diferencia, en la tranquila localidad de Wind Gap, en Missouri. Ambas han sido estranguladas y les han extraído todos los dientes, en ninguno de los dos casos hay evidencias de abusos sexuales.
Camille Preaker, reportera del Chicago Daily Post, es enviada por el director del diario para cubrir la noticia. Camille nació y vivió en Wind Gap y lo que su jefe piensa que va a ser una ventaja, se convertirá para la joven periodista en un problema. En su pueblo ha de enfrentarse a su pasado, una madre con un temible complejo que la lleva a tratar de alargar la dependencia de sus hijas hacia ella, hasta extremos peligrosos.
Al hospedarse en casa de su madre, Camille abrirá viejas heridas que ya creía cerradas y tendrá que convivir con Amma, su hermanastra, una lolita de 13 años muy inteligente y que gobierna a las adolescentes más populares de la pequeña ciudad.
Gillian Flynn nos ofrece un relato policiaco repleto de detalles, con diálogos bien construídos, pistas disimuladas, al tiempo que nos acerca a la desgarradora vida de las mujeres que lo pueblan, amas de casa desesperadas, aburridas, frustradas, en la mayoría de los casos por la falta de afecto que arrastran desde la infancia.
Un relato penetrante y efectivo, de esos que te atrapan desde el inicio, cuyo mensaje final, si lo piensas bien, resulta aterrador aunque con un resquicio a la esperanza.



lunes, 22 de agosto de 2016

MONTOYAS Y TARANTOS

En la fascinante Andalucía, dos familias de raza gitana, una rica y poderosa, la otra sin más patrimonio que el baile, reviven antiguos rencores. E igual que en aquella otra historia de Romeo y Julieta de Shakespeare, en ésta, el joven y apasionado Manuel Taranto (Juan Paredes) conocerá y se enamorará perdidamente de la bella Ana Montoya (Esperanza Campuzano). Ese amor desbordado de los dos jóvenes será rechazado por igual por los Montoyas y por los Tarantos.
El rencor de ambas familias por una vieja historia de amores frustrados y teñidos de sangre, vuelve a revivirse de nuevo.
El film recupera la historia contada por Rovira Beleta en "Los Tarantos" (aún se recuerda el prodigioso baile de Carmen Amaya y Antonio Gades) dos décadas atrás, una película que, como esta, optó al Oscar representando a España, recupera asimismo a Vicente Escrivá para el cine, ya que no rodaba desde hacía ocho años, quien la dirigió por encargo.
En ambos casos, se inspiran en la obra "Historia de los Tarantos", que Alfredo Mañas estrenó en el teatro a principios de la década de los 60 de pasado siglo, una versión libérrima y modernizada del Romeo y Julieta shakesperiano, que en el film nos trae lejanos recuerdos de West side story.


Producida y fotografiada por Teo Escamilla, y con música de Paco de Lucía, los jóvenes Esperanza Campuzano y Juan Paredes, junto a Cristina Hoyos y Juan Antonio Jiménez, son los principales intérpretes de Montoyas y Tarantos.
Otros nombres conocidos completan el reparto, Sancho Gracia, Pepe Sancho, Mercedes Sampietro, Queta Claver o un joven Antonio Canales.


Mucho estereotipo a la hora de modernizar la antigua versión, en la que destaca sobre todo la maestría a la hora de manejar la cámara de Teo Escamilla, con estupendas imágenes de Isla Cristina o Matalascañas y sus habituales juegos con las sombras en las escenas que se desarrollan en escenarios urbanos.
Por lo demás es un film prácticamente olvidado, enterrado por el recuerdo de la versión anterior. En esta se cambia el barrio barcelonés de Somorrostro por un pueblo innominado de Andalucía y todo el drama, dentro de la tragedia con que concluye la historia, queda muy acaramelado y diluído por la conformación estética del film.




viernes, 19 de agosto de 2016

LA NOCHE OSCURA

Juan de Yepes Álvarez, de nombre religioso Juan de la Cruz (Juan Diego), reconocido poeta y fraile carmelita, es conducido prisionero hasta el convento de la Orden Carmelita, en Toledo. Corre el mes de diciembre del año 1577, y sus ideas reformadoras sobre la iglesia de la época no sientan bien. El prior de la Orden y el Visitador General, Fray Jerónimo Tostado (Fermí Reixach), son los máximos antagonistas de Juan de la Cruz. Ambos son los responsables del encarcelamiento de Fray Juan, que en su celda es sometido a todo tipo de torturas. Entre ellas una alimentación pésima, además, todos los viernes es disciplinado con azotes en su espalda. La misión de tal castigo es hacerle cambiar de opinión y olvidar sus descabelladas ideas, tenidas como un síntoma de orgullo por querer mostrarse ante los demás como un adalid de la pobreza a la búsqueda de que la gente le tenga por santo. Sin embargo, Juan de la Cruz no cesa en su empeño, mostrándose cada día más fuerte, sacando de sus casillas al prior de la Orden de los Carmelitas. El fraile recibirá una ayuda inesperada; su guardián le proporcionará papel y pluma para que escriba sus bellos poemas. Unos preciosos versos dictados, según el reo, por el mismo Dios.
Juan prepara la fuga de su encierro ante la complicidad de su carcelero que se abstiene de denunciar dichos preparativos.


Carlos Saura estuvo siempre interesado en la obra y la figura del santo de Ontiveros, de hecho hay películas suyas ("Cría cuervos", "Mamá cumple cien años"), en las que se citan versos del poeta. Supongo que esperó al momento oportuno para él para escribir el guión y llevar adelante su proyecto.
En lugar de una biografía al uso, se centra en uno de los periodos más oscuros y a la vez atractivos de la vida de San Juan, su reclusión en el convento carmelita de Toledo, en una de cuyas celdas escribió algunos de sus más grandes versos.
Rodada integramente en interiores, salvo las escenas del inicio y del final, cuenta con una soberbia fotografía de Teo Escamilla que juega de manera magistral con las luces y las sombras.
El papel principal es interpretado por Juan Diego que hace un trabajo meticuloso de expresión corporal, sin embargo, reconociendo su gran actuación, resulta tremendamente cansado para el espectador ver ciertos pasajes que parecen sobreactuados y después está la lentitud exasperante de los movimientos que quieres remarcar los intensos sentimientos y la dureza de la reclusión pero que a veces se hacen pesados.
Saura hace especial hincapié en las ensoñaciones del fraile con una monja que conoció tiempo atrás, interpretada por Julie Delpy y que parece provocarle un grave problema en la entrepierna, quizá este sea uno de los aspectos menos conseguidos del film por el abuso que hace de esta idea.


La noche oscura no llega a la altura de los grandes logros de Saura, con mejores intenciones que resultados, ya sea por el punto de vista adoptado por el cineasta a la hora de poner en imágenes una propuesta tan arriesgada, aunque es intachable su factura técnica y contradictorio el nivel interpretativo.




jueves, 18 de agosto de 2016

FINAL DE TRAVESÍA

El libro de Jesús Ulled, narra la vida de Antonio Altemir, un personaje de ficción tras el que se esconde el propio padre del autor, un hombre cuya peripecia vital le pareció siempre digna de una novela y, tras leerla, creo que no ha errado en el juicio.
El protagonista forma parte de una familia que vive la política con pasión y sus dos hermanos mayores, Pepe y Rafael, herederos del firme republicanismo paterno, se habían entusiasmado con las palabras de Alejandro Lerroux, aquel andaluz de verbo populista que en pocos años renovó el republicanismo tradicional, aglutinando en el Partido Radical a sus diversas familias, y en especial a las clases obreras.
La novela arranca a principios del siglo pasado y a través de sus páginas vamos a vivir en primera persona muchos de los acontecimientos que salpicaron la vida de la Cataluña del momento, con el auge de las ideas nacionalistas, enfrentado con el españolismo de sus oponentes políticos y la radicalización en el mundo laboral, con los dolorosos enfrentamientos entre los sindicatos de clase, anarquistas primordialmente, y la patronal que replicaba con no menos contundencia.
Distanciándose de la tradición familiar, vinculada al mundo de la abogacía, Antonio se decanta por el periodismo y pronto entra a trabajar como meritorio en El Liberal, periódico de tendencia republicana moderada y posibilista y donde aparte de vivir de cerca los acontecimientos más importantes de Barcelona, por haber sido destinado a la sección de espectáculos, tendría relación con el mundo de la boyante farándula de la Ciudad Condal y llegaría a trabar amistad, nada menos que con la divina Raquel Meyer o a conocer a Carlos Gardel.
Altemir se convierte pronto en un hombre conocido en los ambientes artísticos, pero también en el mundo de la apasionante política catalana del momento merced a su militancia en el radicalismo, algo que le llevará, siendo muy joven, a la cárcel y que le hará ausentarse durante muchos meses, en los que se refugia en Sariñena, localidad originaria de la familia, para ponerse a salvo tras la huelga revolucionaria del verano de 1917 que derivó en la suspensión de las garantías constitucionales.
A su regreso a Barcelona, funda el periódico La Aurora, que nace con vocación de servir de apoyo al Partido de Lerroux, y que sale a la calle el 2 de julio de 1918, siempre con baja audiencia, a pesar de lo que en la novela se da a entender, pero desde el que vivirá en primera persona aquellos convulsos años de pistolerismo y represión, conviviendo, fruto de su profesión, con personajes que forman parte de la historia reciente de España (Ángel Pestaña, Lluis Companys, Martínez Anido, Miguel Primo de Rivera, Unamuno o el mencionado Lerroux…).
Cuando las cosas se torcieron definitivamente en julio del 36, Altemir ha de salir por pies de Barcelona a través de la embajada de Francia, pues su hermano Rafael ya había sido detenido por los milicianos y llevado al Uruguay, un barco-prisión anclado en el puerto. Al ingenuo de Antonio Altemir, no se le ocurre otra cosa que presentarse, cuando se dio la ocasión, en Burgos, donde estaba el cuartel general de los golpistas. Allí se dio de bruces con la dura realidad, fue detenido sin más explicaciones, su pasado como Subsecretario de Trabajo durante uno de los gobiernos de Lerroux era mala credencial, y sólo la intervención personal del general Cabanellas, le salvó de males mayores, así que en cuanto pudo, regresó a Francia, desde donde embarcó hacia Argentina para reunirse con su esposa, a la que había tenido la previsión de enviar allá con su familia para evitar males mayores.
Con el protagonista de la novela vivimos el desgarro de quienes fueron repudiados por unos y otros, esa tercera España que se oponía al golpe militar, pero que había vivido con angustia los desmanes de la izquierda que dieron al traste con el sueño republicano tan largamente deseado.
Los acontecimientos que se narran, son de sobra conocidos por todos, pero la virtud de la novela es la cercanía con que lo hace. Salpimentada con la vida amorosa de Altemir que, según el autor, es la parte inventada del libro, la prosa sencilla y brillante de Jesús Ulled, nos permite vivir en primera fila y casi participar en persona, de unos hechos cruciales, un periodo convulso, del que somos herederos, con la novedad de que lo hace alejado de academicismos, dándonos una visión más cercana de los acontecimientos, al tiempo que acompañamos al autor por paisajes reconocibles de Madrid, Barcelona, la Costa Brava o París.




Esta reseña se publicó en Hislibris



miércoles, 17 de agosto de 2016

EL MAR Y EL TIEMPO

Jesús (Pepe Soriano), tuvo que huir de España al acabar la Guerra Civil, para ello se embarca hacia Argentina, país en el que se forja una nueva vida. Después de treinta años, anuncia su regreso a Madrid, su ciudad natal.
Su hermano Eusebio (Fernando Fernán Gómez), se apresta para recibirle. Eusebio trabaja como maitre en un restaurante sin demasiadas pretensiones. Tiempo atrás se separó de su esposa, Marcela (María Asquerino), le resultaba insoportable la convivencia con ella porque había buscado remedio para sus frustraciones en el alcohol. En la actualidad vive con su madre y con su hija Mer (Aitana Sánchez-Gijón) y tiene una nueva compañera en su vida, una mujer que regenta una tienda de modas, pero que en realidad es una alcahueta que se dedica a proporcionar droga y mujeres de compañía a personas de la alta sociedad.
La otra hija de Eusebio, Chus (Cristina Marsillach), está casada con un dibujante, Anselmo (Iñaki Miramón), un tipo algo inestable, con el que tiene una hija y del que decide separarse para irse con su nuevo novio.
Cuando llega Jesús, se encuentra con que su madre no le reconoce, piensa que se trata de un mal actor que Eusebio y sus nietas han contratado para quitarle la pena por su hijo perdido, de quien ella piensa que se ahogó en el mar y que jamás volverá a verle.


La película es una adaptación de la novela homónima de Fernando Fernán Gómez, así que éste autoadapta su obra, dirige el film y lo protagoniza. Todo queda en casa.
Con un buen plantel de actores, no todos están al mismo nivel, pero excepto alguna actuación puntual, es cierto que ofrecen un trabajo aceptable, en algunos casos fruto más de las tablas que tienen que de la brillantez de sus interpretaciones. Aunque muchos se fijan en el papel de Rafaela Aparicio que, aunque uno no quiera, recuerda al que hizo en "Mamá cumple 100 años", a mí me ha encantado la brillante actuación de María Asquerino, una única escena es suficiente para dar toda una lección de interpretación.


La película quiere ser un relato sobre el desarraigo de un personaje que vuelve a la ciudad que fue suya y ya no reconoce, de repente se da cuenta de que lo que añoraba ya no está, porque el tiempo pasó y tampoco él es el mismo y que su sitio está en lo que ha dejado atrás, la vida en Buenos Aires, la ciudad y el ambiente que ahora, al volver a la patria, echa de menos.
Es interesante también el retrato que hace sobre esa juventud progre del 68 (año en que está ambientada la película), sus contradicciones y la manera en que la ven los viejos luchadores, con una mezcla de nostalgia y desesperanza, pues ellos ya saben de sobra que aquello no lleva a parte alguna.
Es una película sin estridencias, que no busca lecciones morales sino que trata de dar fe de una realidad, la que se vivía en la España de finales de los 60, donde el palo y la zanahoria funcionaban y la situación política que, sin dejar atrás una cierta represión, había cambiado por mor de los tiempos y las conveniencias, te ofrecía una de cal y otra de arena.
El planteamiento de film ofrece una apariencia de sencillez en sus personajes y sus vidas, no hay héroes caídos, son personas normales que, a lo largo de su vida se han ido adaptando a las circunstancia para sobrevivir, pero en el fondo, las consecuencias y reflexiones morales que nos propone, son muy profundas.
Mi duda es si la gente de las generaciones nuevas sabe apreciar estas sutilezas sin haber vivido aquel momento.




martes, 16 de agosto de 2016

HOMBRES DE MAÍZ

Miguel Ángel Asturias, Premio Nobel de Literatura en 1967, escribió esta novela entre 1945 y 1949, la empezó en Guatemala y la terminó en Buenos Aires. Hombre de poderosa escritura que ha quedado en cierto modo sepultada por el boom de la literatura hispanoamericana de los sesenta, de la que curiosamente es claro precursor y concretamente en esta obra están contenidos muchos de los elementos de lo que más adelante se conocerá como realismo mágico, esa forma de hiperrealismo en la que los objetos, los animales, las plantas, las construcciones, los paisajes, toman forma, hablan y se comunican con las personas y las historias inventadas acaban cobrando vida propia de forma que se vuelven reales, al menos en el imaginario de la gente.
El asunto que da título a la novela, es la contraposición de las viejas tradiciones mayas, que ven el maíz una planta que sustenta la vida de las personas, de connotaciones casi religiosas y los nuevos vientos que soplan desde el llamado mundo civilizado, el de los capitalistas y negociantes, que ven en el maíz un negocio y arrasan bosques enteros para poder sacar beneficio industrial de su explotación. En el libro hay una frase que resume esta confrontación:

Sembrado para comer es sagrado sustento del hombre que fue hecho de maíz.
Sembrado por negocio es hambre del hombre que fue hecho de maíz.

Poblado de un sinfín de personajes, el libro está estructurado en capítulos de desigual longitud, siendo el titulado Correo-Coyote, el más largo, ocupando la mitad de la novela. Aparentemente hay una carencia de unidad temática, como si cada capítulo contara una historia distinta, en la que es cierto que personajes de otras partes de la novela aparecen en forma de referencia puntual, al estilo de lo que ocurre en las novelas de García Márquez, por ejemplo. Pero la unidad del libro está en que se trata de un conflicto, no sólo sociológico, sino también metafísico.
Con algunos pasajes realmente portentosos, como el negocio del aguardiente que pretenden montar Goyo Yic, el mendigo ciego y su compinche Mingo Revolorio, que no llegan a entender jamás los más sencillos mecanismos de la economía comercial, lo que les lleva al fracaso, pues su sentido de la propiedad es totalmente distinto al que podemos tener cualquiera de nosotros, el autor nos trae en esta novela la dramática añoranza de un destino común propia de los pueblos indios, abogando por un mundo justo y digno que supere esta suerte de miseria material que acarrea como consecuencia obligada el aniquilamiento espiritual y moral de los pueblos oprimidos.
Con un lenguaje riquísimo que se transmuta en un torrente de imágenes y expresiones transfiguradas, con ecos de leyenda que se retuerce entre la opresiva realidad de quienes han decido acabar con ella. Asturias consigue el milagro de enlazar el lenguaje básico, lleno de apócopes, de los campesinos, con elementos oníricos y metáforas inesperadas, que nos transportan a un mundo de evocaciones suprahumanas.
Al final todos pierden en esta historia, los indios, el bosque, los poderosos (a pesar de que la destrucción no les duele) y los maiceros que acabarán siendo meros objetos en manos de quienes de veras van a llevarse la ganancia.
Solo un pequeño rayo de esperanza brilla en medio de tanto desespero, el reencuentro de Goyo Yic con María Tecún y su hijo, que es en cualquier caso un esperanza individual, pues en lo colectivo, los habitantes de Psigüilito o San Miguel de Acatán, ya han doblado la cerviz.



lunes, 15 de agosto de 2016

EL RÍO QUE NOS LLEVA

La película narra la vida cotidiana, durante seis meses, de un grupo de hombres que, a mediados de los años cuarenta, trasladan troncos por el Alto Tajo. Describe el último envío de maderas que se produjo desde Peralejos de las Truchas hasta Aranjuez. Se trataba de la última “maderada” en esta zona.
La acción está contada desde el punto de vista de Roy Shannon (Tony Peck), un irlandés de treinta y dos años que ha vivido en Italia los desastres de la Segunda Guerra Mundial. Desencantado y escéptico viaja de regreso a  Inglaterra y se detiene en España porque sus abuelos eran de un pueblo cercano a Aranjuez. Aquí conoce a una mujer, Paula (Eulalia Ramón), que le lleva hasta un campamento donde entra en contacto con un grupo de “gancheros”. Los dirige un hombre al que llaman El Americano (Alfredo Landa). Shannon descubre la dureza del trabajo de estos hombres y vive una serie de experiencias ligadas a las costumbres de las gentes que habitan los lugares por los que viaja el grupo.
Paula empieza a llamar la atención entre el grupo de hombres y hay alguno que se le insinúa, pero sin que haya incidentes, ya que El Americano, hábilmente, lo evita.
El día de Viernes Santo llegan a un pueblo pequeño donde se niegan a atenderlos en los establecimientos por ser festivo. Pero el cura, don Ángel (Fernando Fernán Gómez), sale en su defensa.
Con la llegada de la primavera, se incorpora al grupo un ganchero nuevo, Antonio el Encontrao (Miquel Insua), que tiene un pasado incierto. Enseguida se enamora de Paula, lo que provoca los celos de Shannon.
El grupo llega al pueblo de Sotondo, donde son recibidos por un personaje disfrazado de toro y unos niños que hacen sonar unas carracas. El pueblo está dominado por don Benigno (Manuel Salgueró), un cacique reaccionario. Es viudo y da trabajo a las mozas que se quieren acostar con él.
Se están celebrando las fiestas del pueblo y uno de los actos consiste en una corrida de toros simulada. Uno de los gancheros, el Rubio (Juanjo Artero), hace de torero. Otro, Dámaso (Santiago Ramos), se disfraza de toro . El perro del cacique, azuzado por éste, muerde a Dámaso, que lo mata. El cacique quiere vengarse de la muerte del perro y otro ganchero, el Negro (Felipe García Vélez), le planta cara y tiene que huir para evitar represalias.
Paula se niega a tener relaciones con el cacique y esto provoca el enfado de las hermanas de éste, algo que acabará trayendo trágicas consecuencias.


Basada en una novela homónima escrita en 1961 por José Luis Sampedro. Cuenta éste que todo parte de un recuerdo de infancia, cuando un día fue a bañarse al río en Aranjuez, donde vivía cuando cursaba tercero de bachillerato, al llegar a la orilla, se encontró un paisaje insólito, el agua estaba alfombrada de madera, eran los troncos que los gancheros había llevado allí aprovechando la corriente del río e inmediatamente quedó fascinado, al punto de que aquella imagen imborrable le llevó a escribir una novela en la que narra las peripecias de aquellos hombres, al tiempo que hace un retrato de la España rural de momento aprovechando el viaje de los gancheros y los lugares y paisajes que atraviesan.
El libro de Sampedro intentó llevarlo a la pantalla García Berlanga, pero era demasiado pronto, la censura no hubiera permitido una película que se ciñera a un texto con una innegable crítica social a la España de postguerra. Más adelante fue Mario Camus el que hizo una nueva tentativa que se vio abortada por las dificultades de reunir un presupuesto digno. Al final, Antonio del Real consiguió financiación para el film, aunque a pesar de todos los esfuerzos, tuvo un presupuesto demasiado corto para lo que hubiera sido necesario y la película se resiente en buena medida de esa falta de medios.
Cuenta en su reparto con buenos actores, algunos muy conocidos en la escena española y con la presencia de Tony Peck (el hijo de Gregory Peck), pero hay que decir que las interpretaciones no son precisamente brillantes, cumplen y poco más.
Tiene algunos pasajes que retratan los paisajes naturales del Alto Tajo, bastante bien fotografiados, una tierra que nada tiene que ver con los secarrales castellanos que dominan pocos kilómetros más allá del río.
Además de la vida de los gancheros, el film trae una historia paralela, una especie de drama con tintes sentimentales que desnuda algunos de los problemas de la vida española de la época (caciquismo, represalias políticas, pobreza...)


Lo mejor de la película es su valor como documento de un mundo desparecido. En lo demás, la trama queda bastante desdibujada, el film no sabe o no puede trasladar a la pantalla una historia que lo tenía todo para haber resultado épica y queda reducida a un intento, en el que algunas transiciones entre escenas están hechas casi hasta mal, quizá fruto de esa falta de medios de la que hablamos al principio. 
Aunque en algunos momentos parece que le cuesta avanzar, resulta entretenida de ver.





viernes, 12 de agosto de 2016

LA SERPIENTE Y EL ARCO IRIS

Dennis Alan (Bill Pullman), es un científico norteamericano que después de beberse un brebaje que le da un brujo y encontrar a su animal shamánico en el Amazonas, es enviado por una compañía farmacéutica a Haití para investigar una sustancia utilizada en rituales de magia negra que podría tener usos anestésicos. Lo que hace a esta droga interesante para dicha corporación es que la misma es capaz de hacer pasar por muerta a una persona y después devolverla a la vida, o al menos dejarlos balbuceando mientras vagan por las calles de Haití. La llegada del doctor Alan a la isla no agrada a Dargent Peytraud (Zakes Mokae), comandante de las fuerzas paramilitares haitianas. Peytaud también es brujo y utiliza todos sus poderes para evitar que el doctor encuentre lo que está buscando. Con la ayuda de la bella doctora Marielle Duchamp (Cathy Tyson), y Louis Mozart (Brent Jennings), un médico brujo un tanto pícaro, el doctor Alan encuentra la mítica mezcla que revive a los muertos mientras trata de evitar a las tropas del malvado Peytraud.
El guión se inspira en el libro del mismo título escrito por Wade Davis, científico de Harvard y explorador de lo desconocido, quien un día de abril de 1982, descendió de un avión en Port au Prince, para comenzar una de las más asombrosas aventuras de nuestro tiempo: un viaje a través de la misteriosa sociedad del Vudú Haitiano para investigar la realidad de los Zombis y el mundo de sus rituales mágicos.
Davis, etnobotánico, penetró como nadie en el más misterioso rito religioso del planeta. El científico fue enviado a Haití con la misión de descubrir una explicación racional a la reaparición, luego de años desde su defunción, de dos personas supuestamente zombis. Regresó con la formula química real del extraño veneno que produce el estado de zombificación. Descubrió, además, que lo que gobierna Haití son sus sociedades inquebrantables y peligrosas.
Sus asombrosos informes continúan desconcertando a los estudiosos de todo el mundo.


Casi 30 años después de su estreno, la película no asusta tanto como cabría esperar y más tratándose de un film de Wes Craven, quizás el menos explícito de los suyos en cuanto a violencia exagerada se refiere.
Los "sustos", vienen más por ambiente en que se desarrolla la acción y de los sueños y alucinaciones del protagonista.


La temática sobrenatural de la película se podría prestar a secuencias trilladas, pero Craven matiene la acción centrada en lo real. Claro, estamos hablando de muertos caminando por las calles de Haití y Bill Pullman peleando contra un médico brujo, pero tampoco es que se nos muestre a Peytraud lanzando rayos por sus dedos o Alan actuando como un asesino despiadado. Craven trató de añadirle algunos elementos de fantasía a la historia para hacer estos noventaitrés minutos de metraje, más entretenidos, aunque solo los implementó durante las pesadillas del doctor Alan y durante la batalla final.
Está bastante conseguida la mezcla del verdadero tema de la película, con hechos históricos que corresponden a la situación de Haití en la época de Duvalier, unos años terribles para la población del país, cuyos habitantes vivía atemorizada por los sanguinarios Tonton Macoutes, la policía política del régimen.
No es un film de terror sin más, tiene muchos aditamentos que lo hacen diferente, como todo ese mundo que se retrata alrededor del vudú visto con un cierto tono sociológico.
Al final, parece que a Craven se la va un poco la pinza y remata la película dejándose llevar por un desfile de explosiones y objetos volando que desmerecen un poco el tono contenido de la película.




jueves, 11 de agosto de 2016

LA LUZ QUE NO PUEDES VER

Marie-Laure vive con su padre en París, cerca del Museo de Historia Natural, donde él trabaja como cerajero y responsable de custodiar las llaves de las cientos de puertas del museo. Cuando, siendo muy niña, Marie-Laure se queda ciega, su padre le construye una perfecta miniatura de su barrio para que pueda memorizarla gracias al tacto y encontrar el camino a casa. A sus doce años, los nazis ocupan París y padre e hija tienen que huir a la ciudad amurallada de Saint-Malo, para refugiarse en casa de su tío-abuelo Etienne. Con ellos se llevan la que podría ser la más preciada y peligrosa joya del museo.
En un orfanato de Essen, en plena cuenca del Ruhr, el joven huérfano Werner, crece junto a su hermana pequeña, cautivado por una rudimentaria radio que ambos encuentran. Werner se convierte en un experto en construir y reparar estos aparatos cruciales para los nuevos tiempos, un talento que no pasa desapercibido a las autoridades del llamado Nuevo Orden. Formando parte del ejército alemán, Werner deberá atravesar la espina dorsal de la guerra de Europa, primero en Rusia, para acabar en Francia, en el Muro Atlántico. Hasta que en la última noche antes de la liberación de Saint-Malo los caminos de Werner y Marie-Laure por fin se crucen, y sus vidas cambien para siempre.
La novela cuenta dos historias en paralelo que, como probablemente todos quienes leemos el libro intuímos desde el principio, se cruzarán en algún momento. La de Marie-Laure, la niña ciega, que nos da un poco de lástima al principio, pero a quien pronto aprendemos a ver como un personaje fuerte, que se sobrepone a la cascada de infortunios que la persiguen y que acaba superando su discapacidad a base de fuerza de voluntad y una tremenda curiosidad por conocer, así, en infinitivo.
Por otro lado, Werner, que vive con su hermana Jutta en un orfanato y ve como el mundo va cambiando, cómo llegan los nuevos vientos cargados de violencia, intransigencia y muerte, bajo el mensaje de una Alemania fuerte que salvará al mundo occidental a base de imponer unos valores en los que el individuo ha de someterse a un bien superior y a obedecer sin vacilar los designios del líder.
Aunque la historia más emotiva es la de Marie-Laure, quizá la más rica, por las connotaciones que ofrece, es la del muchacho, apenas un niño cuando comienza el relato, que se convierte en un jovencito recién salido de la adolescencia cuando su paso por la vida concluye. Es importante tener en cuenta esto, estamos hablando de un niño que, como miles de ellos, se vieron engullidos por una maquinaria perfectamente engrasada y planificada, no para lavarles el cerebro, sino para absorber su voluntad. ¿Hasta qué punto aquellos jóvenes estaban capacitados para rebelarse contra aquello que se les impuso? Werner reflexiona sobre lo que le ha dicho su hermana, ella, a través de las emisoras extranjeras que escuchan de forma clandestina en el orfanato, sí que ha llegado a tener una visión real de lo que está ocurriendo en su país, pero Werner se ve engullido por el sistema y se muestra incapaz, por miedo básicamente, a plantar cara cuando observa las verdaderas crueldades a que es sometido su compañero del colegio militar, Frederick, a partir de que se niega a echar un cubo de agua sobre el cuerpo de un prisionero atado a un poste en pleno invierno y con temperatura bajo cero; cuando le sorprenden los comentario sobre una vecina, una anciana judía que ha subido en el ascensor con él y su amigo cuando éste le lleva a su casa de Berlín, una mujer inofensiva que es pintada como una bruja peligrosa; o cuando en plena guerra, durante su estancia en Rusia, observa la nula importancia que la vida de los indefensos tiene para sus compañeros de armas... Pero siempre hay un lugar para la redención, aunque a alguien le pueda parecer tarde, nunca lo es para retomar el camino del respeto y la compasión por tus semejantes. Un corazón puro puede brillar aun en la noche más oscura.
La novela de Anthony Doerr fue galardonada con el Premio Pulitzer 2015 y aunque por ahí he leído alguna crítica que habla de ritmo lento y de que se hace pesada, a mí me ha parecido que es un libro pausado y no se me ha hecho para nada aburrido, porque nos habla de otras cosas, de lo importante que puede ser la lectura de un libro o compartir con otros una composición musical, en momentos que que parece que el mundo ha perdido el norte y que lo único importante es salvar la propia vida. Es la importancia de esas cosas pequeñas lo que resalta la novela, porque a la hora de la verdad son esos pequeños detalles, la aficiones nimias, los recuerdos de un olor o de un sabor de la infancia, lo que nos une con personas que, en apariencia, son completamente diferentes de nosotros y nos hace ver que todos, absolutamente todos, estamos hechos del mismo barro, por más que, en ocasiones, nos dejemos llevar por visionarios que pretenden enfrentarnos a muerte.
La luz que no puedes ver es la historia de unos héroes anónimos, protagonistas de pequeños actos de valentía que no figurarán jamás en los libros de historia de manera individual y también de todas esas víctimas inocentes que se ven atrapadas por el devenir de unos acontecimientos en los que habrán de tomar partido obligados por las circunstancias, muchas veces para salvar sus propias vidas, pero otras para ayudar a sus semejantes, o para sacar partido de las miserias de los demás.
Aunque son pocos, los protagonistas están acompañados de unos extraordinarios personajes secundarios, muy humanos, que representan toda una panoplia de caracteres, de personajes que fueron reales (los delatores y colaboracionistas; aquellos que ayudaron a la resistencia desde la humildad de sus posibilidades; o quienes dentro de Alemania vieron llegar el horror y quienes no quisieron verlo o no tuvieron entereza y carácter para oponerse y se dejaron llevar...)
Para quienes gustan de finales cerrados, señalar que las últimas páginas de la novela están dedicadas a contarnos qué fue de los personajes en los años posteriores al final del conflicto.



miércoles, 10 de agosto de 2016

JUNGLA DE CRISTAL

John McClane (Bruce Wllis) es miembro del Departamento de Policía de Nueva York y viaja a Los Ángeles para reconciliarse con su esposa. Ella se encuentra en una fiesta de Navidad que organiza la empresa para la que trabaja, en el Nakatomi Plaza, un edificio a punto de ser tomado por un grupo de criminales altamente organizado, dirigido por Hans Gruber (Alan Rickman). Para mantener a raya a la policía, aunque se trata de un robo, simulan un ataque terrorista con toma de rehenes, entre ellos Holly (Bonnie Bedellia), la esposa de McClane. La casualidad determina que McClane se encuentre en el interior del edificio sin que los atracadores sepan que es policía, sólo él puede frustrar los planes de los secuestradores.
Basada en la novela de Roderick Thorp Nada dura para siempre (Nothing lasts forever), que a su vez era la segunda parte de otra novela, El detective, llevada a la pantalla en 1968 y protagonizada por Frank Sinatra.
Bruce Willis no era ni de lejos, la primera opción para protagonizar el film, de hecho se ofreció a bastantes actores que rechazaron la propuesta y Willis formaba parte de lo que se conoce en el argot hollywoodense como la Lista B y eso gracias a que llevaba cinco temporadas como protagonista de la televisiva Luz de luna, con la encantadora Cybill Shepherd, pero los mismos productores no acababan de verle como un actor de acción.


Incluso después de terminar la película, que Willis rodaba durante la noche mientras por el día rodaba episodios de Luz de Luna, los directivos de la Fox seguían sin fiarse de que la película no fuera un fiasco. Así que en vez de diseñar una gran campaña en torno a Willis, lo hicieron en torno a la historia.
Pero la gente se volvió loca con la película y con la interpretación de Willis, así que la productora fue rectificando entonces la campaña de marketing y pronto la centraron en la imagen de su fulgurante nueva estrella.


Algunas veces digo de una película que no supieron dar con la tecla adecuada para hacer un buen film, bueno, pues esta vez, el bueno de John McTiernan, dio con todas las teclas, mezclando en justas proporciones acción y diálogos, con las peleas y tiroteos durando lo justo, sin perderse en largas transiciones, sino dando agilidad al film y encima, con unos secundarios que aportan sus buenas dosis de buen hacer para conseguir un producto redondo, de manera que se ha convertido en un clásico del cine de acción, seguramente la mejor o de las mejores películas de los 80 en este aspecto y con sus gotitas de humor también sabiamente repartidas a lo largo del metraje.
Y como efecto colateral, el lanzamiento al estrellato de Bruce Willis que después, a lo largo de su extensa carrera, ha demostrado con creces su versatilidad como actor.




martes, 9 de agosto de 2016

HISTORIA DE UN IDIOTA CONTADA POR ÉL MISMO

Félx de Azúa filosofa aquí sobre la búsqueda de la felicidad, un imposible, como lo es pretender que un libro sea original y que hable sobre un tema que nadie ha tratado antes. Todo ello contado por un idiota en el sentido técnico de la palabra, un tipo que despierta al mundo cuando su padre le pega su primer bofetón para que aprenda que hay unas normas que cumplir y un sendero a seguir sin salirse de sus márgenes, el que lo intente, será, precisamente por salirse de esos márgenes, marginado por la sociedad.
Aparentando no serlo, o quizá sin aparentarlo, la novela es un libro autobiográfico, no me refiero a los hechos, las situaciones y la geografía que recorre, aunque quizá en todo eso lo sea también, pero lo desconozco, sino que en el plano existencial, Azúa nos habla de sí mismo, de sus "obsesiones" y de su línea de la vida en lo que al pensamiento se refiere.
Muchas de las constantes vitales del personaje, son las del autor, sobre todo esa crítica a la burguesía catalana y a los profesionales de la política, los que tomarían el relevo a quienes se habían opuesto al franquismo, mientras ellos se dedicaban a otros menesteres, sobre todo el de hacer negocios y ahora, llegada la democracia ocuparían el poder empujando a la jubilación a cuantos representaron la resistencia oficial durante el Régimen.
En vida del General, los verdaderos políticos estuvieron a sus cosas, dejando la resistencia en manos de los pobres, que no tienen nada que perder y de los aficionados, hombres de buena fe, pero ahora llegaba su momento.
Es un libro nada sencillo, pues está escrito con ciertas claves que quizá, quien no viviera el momento, no acabe de captar del todo, aún así es un buen retrato de una cierta sociedad, gente acomodada cuyos cachorros coquetearon con la extrema izquierda en sus tiempos de estudiantes, ni que decir que salieron con las manos limpias de todo aquello para acabar convirtiéndose en adalides de un catalanismo que convenció a propios y extraños de que allí, como en el País Vasco, ellos nada hicieron en pro de la dictadura y que todo fue un complot de unos personas de Madrid empeñadas en hundir todo lo que sonara a regionalismo independentista.



lunes, 8 de agosto de 2016

ESQUILACHE

La acción transcurre durante el reinado de Carlos III (Adolfo Marsillach), en el siglo XVIII, siglo de la Ilustración.
Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache (Fernando Fernán Gómez), ministro de Hacienda y de la Guerra, fue el encargado por el Rey de modernizar España, promulgando leyes que el pueblo, manipulado por una parte de la nobleza y otras fuerzas conservadoras, consideró contrarias a sus intereses.
Los motivos más inmediatos que originaron la revuelta popular conocida como el “Motín de Esquilache” fueron sus medidas para el saneamiento de la ciudad y, especialmente, la prohibición de vestir capa larga y sombrero de ala ancha, que favorecía el ocultamiento de las armas y dificultaba el reconocimiento de los delincuentes.
Después de enfrentarse a un grupo de embozados, Esquilache, Fernanda (Ángela Molina), su doncella, y Campos (José Luis López Vázquez), su secretario, consiguen dirigirse hacia el Palacio Real. El Marqués va recordando los acontecimientos que han promovido esa ola de violencia. Rememora sus últimas entrevistas con el rey Carlos III; sus enfrentamientos con los nobles; la corrupción de Pastora (Concha Velasco) su esposa y, sobre todo, su relación con Fernanda, su doncella, por la que se siente fuertemente atraído.
Tras un dramático viaje por el recuerdo y la violenta noche de un Madrid amotinado, Esquilache llega al Palacio Real. Pronto comprende que está siendo víctima de una conspiración muy hábil dirigida por manos muy cercanas y poderosas.
El pueblo se dirige también al Palacio Real, para exponer al Rey en persona sus peticiones que, entre otras, se concretan en el destierro del Marqués y su familia, y en la anulación del decreto sobre capas y sombreros.
Carlos III deja en manos de su ministro la decisión final. Esquilache comprende que el rey tiene que aceptar las peticiones de los rebeldes para evitar una guerra fratricida. La Reina Madre, Isabel de Farnesio (Amparo Rivelles), ya se lo había anticipado durante una partida de cartas: “A veces, en las cartas, es necesario sacrificar un caballo para conservar el rey”.
Aunque se trata de una adaptación muy libre, debe destacarse que la fundamental base de esta película es la obra teatral de Buero Vallejo “Un soñador para un pueblo”, estrenada con gran éxito en el Teatro Español de Madrid el 18 de diciembre de 1958. Faltan escenas y personajes de la obra teatral y hay secuencias y personajes nuevos. La estructura narrativa de la película es muy diferente, pero el inmenso talento de Buero Vallejo para reflejar la esencia de “lo español”, en sus aspectos positivos y negativos, queda patente a lo largo de toda la película.
Especialmente cuidada en su ambientación y recreación de la época. Además de los decorados construidos y de todo el vestuario que se confeccionó con sumo cuidado, se pudo llegar a un acuerdo con Patrimonio Nacional para rodar dentro del Palacio Real, allí donde doscientos años antes habían sucedido realmente los hechos que se filmaban.


Quizá uno de los aspectos que más llama la atención tras el paso de los años, es la presencia de grandes actores y actrices de la escena española que desfilan por el film, aparte de los mencionados, quiero fijarme en dos cuya carrera se consideraba ya entonces, amortizada, y que sin embargo, aportan magníficas actuaciones, el otrora galán Alberto Closas, que se permite robar planos a sus compañeros de reparto y Ángel de Andrés, alejado de los papeles cómicos que hicieron de él uno de los secundarios recurrentes del cine español en blanco y negro y que aquí hace breves pero logradas apariciones interpretando al Marqués de la Ensenada.
La Historia recuerda a Esquilache por el asunto del Motín que lleva su nombre, pero nos dejó algo más que ya casi va en los genes de las personas de este país y que hace que las disputas entre gentes, territorios e ideologías, desaparezcan, sin importar si el dinero recaudado va a la Administración Central o donde quiera que sea, algo cuyo nacimiento se recrea en el film, en una de cuyas escenas asistimos a un acto que tuvo lugar en Madrid el 17 de marzo de 1776, en presencia de los Excelentísimos Señores  Marqueses de Esquilache: El primer sorteo de la Lotería Nacional.