viernes, 28 de abril de 2017

MANOLITO GAFOTAS

Manolito García Moreno (David Sánchez del Rey) vive en el madrileño barrio de Carabanchel Alto en un pequeño piso junto a su madre, Catalina ("Cata") (Adriana Ozores); su padre, Manolo (Roberto Álvarez), que siempre está de viaje haciendo portes para pagar las letras del camión; el abuelo Nicolás (Antonio Gamero), que se vino hace dos años del pueblo a vivir con ellos, está mal de la próstata, a Manolito le parece un tipo que mola y desde que el vino, duermen los dos juntos en la terraza del piso que la cerraron con aluminio visto; y su hermano pequeño, al que apoda "El imbécil" (Alejandro y David Martínez), un mote cariñoso que le puso desde que vino al mundo para molestar.
Manolito es conocido en el barrio por su apodo de "Gafotas" y junto a sus amigos, El orejones López (Sergio López del Pino); Susana "bragas sucias" (Laura Calabuig) y Yihad (Álvaro Miranda), el chulito de su barrio, corre sus pequeñas aventuras al tiempo que juega con ellos en el descampado del barrio o junto a la cárcel de Carabanchel, donde tiene que dormir el hermano de Yihad, por haber robado el bolso a una vieja a la que tiró al suelo.
El verano se presenta complicado para Manolito, las mates se le han atravesado y las ha suspendido, aunque toda la familia se confabula para que su padre no se entere del pequeño drama.
El guión se basa en las andanzas del famoso personaje de cuentos creado por Elvira Lindo, uno de los personajes más famosos del mundo mundial, que marcó a toda una generación de pequeños lectores y que ha encontrado un hueco definitivo en la posteridad.


No es la mejor película del mundo, ni siquiera podemos agarrarnos a aquello tan socorrido de que está técnicamente muy bien hecha, ni mucho menos, pero Manolito Gafotas tiene algo especial, ese no se qué que hace a una película entretenida, que atrapa al espectador, que se ve con gusto, que te hace reír o llorar (en este caso puede que ambas cosas) y que cuando surge la oportunidad de volver a verla, no le hace uno ascos.
Es evidente que el personaje está muy bien conseguido, pero sobre todo lo está el entorno y es que Elvira Lindo, que participa en el guión y Miguel Albaladejo, han sabido trasladar muy bien a la pantalla el universo de esta familia de Carabanchel Alto que es un prototipo de tantas y tantas que podrían firmar la misma historia, un relato que muchos conocemos, si no en primera persona, porque nos recuerda a algún vecino muy cercano. Calles, lugares, circunstancias que nos resultan cercanas a quienes formamos parte de esa legión de la clase media baja, que jugó en la calle, que vivía en casas pequeñas, sin ascensor y en la que los vecinos se conocían y convivían sabiendo conjugar las trifulcas con la solidaridad, llegando como podían a fin de mes, sin carencias, pero sin que sobrase nada, manteniendo sus aspiraciones de futuro, pero sabiendo, en el fondo no aceptado de su pensamiento, que lo más probable era que sus hijos tampoco ascendieran en la escala social.
Todos los personajes están bien interpretados, aunque quizá Adriana Ozores sea la que destaque en la construcción de su papel de madre sufrida, trabajadora infatigable e histérica perdida. Pero permítanme que yo me quede con Antonio Gamero, el entrañable abuelo de Manolito que nos trae una actuación en línea con otros trabajos de grandes secundarios del cine español, de los que tenemos tantos y tan buenos.
Como anécdota, señalar que Elvira Lindo tiene un pequeño papel, como la cabo de la Guardia Civil Cardona. Junto a su compañera de patrulla, tienen una escena en la que llevan a Manolito a la playa y este ve por primera vez el mar, expresando su admiración. Cardona le dice a su compañera, mira Benítez (Geli Albaladejo):

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar, 
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir...


Un fragmento de las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique, algo que puesto en boca de una guardia civil, no deja de tener su punto surrealista.




jueves, 27 de abril de 2017

LA BOUTIQUE (LAS PIRAÑAS)

Ricardo (Rodolfo Bebán), un modesto hombre de negocios que es socio de una empresa del sector naval, vive un matrimonio gris y anodino con su joven y bonita esposa Carmen (Sonia Bruno). Por eso emplea la mayor parte de su tiempo libre en las carreras de coches y con algún que otro affaire a espaldas de su mujer. Carmen se siente abandonada y lo cierto es que el matrimonio no marcha bien, algo de lo que es consciente la doctora Luisa Fuentes (Ana María Campoy), la madre de Carmen, por lo que se inventa una historia y hace creer a Ricardo que en la última visita de su esposa al médico, le han diagnosticado una enfermedad incurable y que le queda poco tiempo de vida.
La actitud de Ricardo con respecto a su esposa cambia radicalmente, pues deja sus líos y quita tiempo a su trabajo para dárselo a Carmen, que asiste extrañada a la metamorfosis, pero que se aprovecha de ella. Para que cumpla su sueño y viva entretenida sus últimos meses, Ricardo accede a empeñarse hasta las cejas para abrir una ‘boutique’ que ella regentará. Las deudas se acumulan y además Carmen empieza a flirtear con el decorador que ha supervisado el montaje de la tienda, un tipo culto, educado, sofisticado, y con dinero, llamado Carlos (Lautaro Murúa). Cuando comprueba que ella empieza a frecuentarlo demasiado, incluso mintiéndole, Ricardo desarrolla una doble actitud: por un lado, la sigue, obsesivo, patológicamente celoso, mientras que por otro pone sus ojos en Piti (Marilina Ross), la joven dependienta de la tienda, a la que se propone seducir.
Enterada Carmen del equívoco provocado por su madre, y dispuesta a seguir aprovechándose de él para sujetar a su lado a Ricardo de por vida, a éste no se le ocurre otra solución que idear un crimen perfecto para deshacerse de su esposa.


Y llegó la aventura Argentina.
Berlanga había estado tres años en el dique seco, tras El verdugo y, según él, no porque estuviera dedicado a otras cosas, sino porque nadie se interesaba por llamarle. Hasta que apareció Cesáreo González y firmó un contrato para tres películas con la productora más potente del cine español de entonces.
Berlanga estaba encantado, nadie le iba a exigir cuentas y le iban a dar libertad para hacer su trabajo. Bueno eso era lo que creía, hasta que llegaron los inconvenientes. El primero, que para rodar esta película de la que hablamos, había que irse a Argentina, era una coproducción y así lo exigían las circunstancias. Berlanga se vio fuera del ambiente que conocía y encima le impusieron el reparto. Esto, para un hombre que ha confesado en más de una ocasión que cuando escribe un guión le está poniendo cara a los actores y redacta la historia pensando en ellos, es un inconveniente. En este caso, él había pensado en José Luis López Vázquez y Laly Soldevila para los dos papeles protagonistas y se encuentra de buenas a primeras con un galán argentino y la única española del reparto, Sonia Bruno (sí, la que se casó con "Pirri", el jugador del Real Madrid un par de años después), actriz poco conocida y que no daba para nada el tipo que había imaginado el coguionista y realizador del film.
Así que en lugar de López Vazquez, se encuentra con un guaperas y todo un reparto de actores argentinos, algunos muy conocidos (Lautaro Murúa, Marilina Ross o María Campoy), que a Berlanga le parecieron aprendices y de los que no supo sacar lo positivo que hubiera en ellos. Berlanga opinaba también que la música del film, del mítico Astor Piazzola, era la peor que había firmado en su vida y que al gran Gori Muñoz, encargado de diseñar los decorados, no recordaba haberlo visto una sola vez en el rodaje.
A pesar de todo, Berlanga tiró p'alante que diría un castizo y pese a las angustias de las dos primeras semanas de rodaje, llegó a empatizar con el elemento humano, por ejemplo con los técnicos que le recordaban a los españoles, con un nivel casi de Hollywood, supliendo a base de eficiencia las miserias circundantes y, por si fuera poco, Buenos Aires acabó enamorándole. Pero con los actores, jamás llegó a sintonizar y cuando regresó a España estaba convencido de que era la peor película que había hecho.



El caso es que la película mantiene algunas de las constantes del cine de Berlanga, ese humor ácido característico, en este caso volcado sobre una burguesía de clase media que se aburre y busca remedios en las carreras de coches, los flirteos, la vida social con gente que es como ellos, aburrida y que vive de las apariencias de estar sumergida en un ambiente cultural que en realidad es puro esnobismo.
A pesar de que muchos años después, algunos críticos han querido sacar las virtudes de esta película, por ser de quien es, sin duda, no seré yo quien contradiga al maestro, si a él le pareció mala, por algo sería. A mí, en algunos momentos me aburrió, me parecía que la historia avanzaba a saltos y que estaba algo deslabazada.
No es el mejor Berlanga, por supuesto, pero a pesar de ello, resulta interesante por lo que tiene de diferente dentro de su filmografía.




miércoles, 26 de abril de 2017

LA CIUDAD DE LOS PRODIGIOS

En 1887, Onofre Bouvila (Olivier Martinez) abandona su aldea pirenaica y llega Barcelona que está en plena fiebre de renovación.
Delfina (Emma Suárez), hija del dueño de la pensión en que se ha instalado, ofrece a Onofre trabajar para el grupo anarquista al que pertenece su novio, repartiendo octavillas entre los obreros que trabajan en la futura Exposición Universal, pero pasado un tiempo, el joven duda de que aquel camino que siguen los anarquistas, que se llevan palos por todos los lados, le lleve a lo que él quiere conseguir, que no es otra cosas que ganar dinero, así que se dedica a vender crecepelo entre la gente a la que antes repartía octavillas. Expontáneamente le surge un ayudante, Efrén Castells (José María Sanz Beltrán "Loquillo"), junto al que se introduce en ese mundo de pícaros y pequeños delincuentes.
Una vez se inaugura la Exposición, Onofre tiene un golpe de suerte. En su vida aparece don Humbert Figa y Morera (Joaquín Díaz), un hombre de oscuro pasado y brillante presente, que le ofrece trabajo. O acepta trabajar para él o va a la cárcel. Onofre no tiene alternativa. Aquel hombre conoce todas sus actividades. Bajo los auspicios de Humbert Figa el joven empieza a conocer una Barcelona que antes desconocía, la Barcelona de los cabarets, de la vida nocturna, de los burdeles. Onofre se gasta mucho dinero en vestir y se relaciona con proxenetas, prostitutas, traficantes de drogas, policías..., pero también empieza a participar en algunos buenos negocios gracias a su patrón.


Basada en la novela homónima de Eduardo Mendoza, la historia nos acerca a los años en que el anarquismo comenzaba a penetrar en Barcelona que sería, a la larga, uno de los bastiones del movimiento.
Asistimos a las luchas entre patronal y obreros y al pistolerismo que llega a suplantar a las autoridades legales y que sería uno de los factores que propiciaría el golpe militar de Primo de Rivera.


A pesar de haber alcanzado el reconocimiento anterior por algunas de las mejores adaptaciones al cine de conocidas obras de la literatura española (Fortunata y Jacinta, La colmena, Los santos inocentes o La casa de Bernarda Alba), en este caso, Mario Camus no está tan afortunado como en otras ocasiones, optando por estructurarla en pequeños episodios que separa con fundidos en negro y que se convierten en un relato de corte realista.
Para quienes no hayan leído la novela de Mendoza, puede resultar entretenida, pero quienes hayan tenido la suerte de leer la obra del recientemente galardonado con el Premio Cervantes, sentirán un pequeño fiasco y es que la novela de Mendoza tiene muchos pasajes que nos recuerdan a El padrino, de Mario Puzo y uno no puede por menos que pensar en lo que se pudo haber hecho con esta novela después de ver lo que consiguió Coppola con la del escritor norteamericano de origen italiano.




viernes, 21 de abril de 2017

QUE DIOS NOS PERDONE

En pleno y bochornoso verano de 2011, las calles de Madrid están colapsadas por los católicos de todo el mundo que se han acercado para ver al Papa y formar parte de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Una nueva chispa incendiaria que reaviva la llama de un ambiente muy caldeado por la crispación generalizada por la crisis económica y por la aparición unos meses antes del Movimiento 15-M. Un choque de opuestos que acaba desembocando en una guerra urbana de manifestantes contra antidisturbios, el estallido material de ideologías enfrentadas.
En esta atmósfera asfixiante, los inspectores Velarde (Antonio de la Torre) y Alfaro (Roberto Álamo) acuden al levantamiento del cadáver de una mujer en un piso del centro de la capital. Lo que al principio parece un intento de robo infelizmente concluido en accidente doméstico, poco a poco va revelándose como un homicidio. Y bastante sórdido. Será tras aparecer un segundo cuerpo cuando los policías se den cuenta de que, por primera vez en sus carreras, se tendrán que enfrentar a un asesino en serie meticuloso y obsesivo, y que para dar con él tendrán que llegar a comprender el funcionamiento de su mente retorcida.


Difícil es desenvolverse con libertad en este mundo tan complicado del cine, y no digamos tener cierto éxito que te permita acometer proyectos más ambiciosos. Rodrigo Sorogoyen tiene tras de sí una amplia experiencia como guionista de televisión, ejerciendo en alguna de ellas también de director, hasta llegar a 2013 en que rodó para la gran pantalla “Stockholm”, buscándose la vida para obtener los pocos medios con que contó a través del dinero de amigos y entusiastas colaboradores en una campaña de crowdfunding. Es cierto que la película cosechó críticas excelentes y premios, por ejemplo en el Festival de Málaga, pero el balance económico fue negativo. Sin embargo, el premio más importante que le dio aquel film a Sorogoyen, no fueron las tres nominaciones en los Goya, sino que el productor Gerardo Herrero se fijara en el y le apoyara para sacar adelante este interesante proyecto, cuyo guión, escrito con su colaboradora habitual Isabel Peña, se llevó el Premio del Jurado en el último Festival de San Sebastián.


Además del envolvente thriller policíaco, la película tiene algo más que la típica historia de policías y asesinos, con unos personajes alejados de los héroes clásicos, personajes tremendamente humanos con no pocas dificultades para desenvolverse en su vida cotidiana, a la que asistimos, entrando en sus vidas, en sus casas, en sus familias y asistiendo a sus problemas de relación y a las dificultades para amar y relacionarse con el entorno que les rodea.
Con magníficos trabajos de los protagonistas, estupendamente secundados por el resto del reparto, además del triángulo entre el asesino y los dos policías, está la ciudad de Madrid que se convierte en un personaje más de la trama envolviendo a los actores con su calor y las tensiones que se viven en ella.
Hay muchas cosas más, algunas tratadas de pasada y otras con mayor profundidad, como la hipocresía de los mandos y de los políticos o las difíciles relaciones profesionales entre compañeros que se mueven entre la rivalidad, incluso el odio y la complicidad y camaradería.
Película muy entretenida que nos ofrece, por tanto, una buena historia policiaca y un relato de tres personas que aman y odian, personajes cercanos a los que vemos como gente reconocible con la que nos podemos cruzar en cualquier instante.
Una clara muestra de que hay gente que sabe hacer buen cine en nuestro país.




jueves, 20 de abril de 2017

PARADERO DESCONOCIDO

Es algo que me suena de haberlo repetido muchas veces cuando he comentado libros y películas sobre la Alemania nazi: ¿Qué llevó a un pueblo culto a sumergirse en semejante barbarie? ¿Como pudieron dejarse abducir de aquella manera por los manejos de un demente?
En 1932, el alemán Martin Schulse y el judio norteamericano Max Eisenstein, también de origen alemán, son socios en una galería de arte en California, ambos son más que amigos, casi verdaderos hermanos. Martin decide regresar a Alemania, así que Max queda al frente del negocio. Ambos intercambian cartas para mantenerse al corriente uno del otro y del propio negocio, pero cuando en 1933 Hitler asciende al poder, algo cambia radicalmente en el fondo y las formas del pensamiento de Schulse expresado en sus misivas, se convierte en un convencido defensor de la nueva Alemania y su socio queda aterrado ante lo que para él resulta incomprensible.
El relato se publicó por primera vez en 1938 en la revista Story como una denuncia absoluta y clarividente (recordemos la fecha) de la verdadera índole del nazismo. Un año después se publicó en forma de libro y vendió la enorme cifra para la época, de cincuenta mil ejemplares en poco tiempo. Su autora era Katherine Kressmann y el editor pensó que el relato era demasiado duro para aparecer firmado por una mujer, así que le asignó el seudónimo literario de Kressmann Taylor que conservó el resto de su vida.
La clave del libro está en un hecho que presenció Katerine Kressmann y que le llevó a reflexionar sobre lo que pasaba en Alemania y la actitud de los políticos estadounidenses, muchos de los cuales sostenían que en Alemania todo iba muy bien y en 1938, la postura aislacionista en Estados Unidos, era muy fuerte. El hecho a que hacemos mención era, poco más o menos este: Poco antes de la guerra, unos amigos alemanes (cultos, intelectuales, de buen corazón) regresaron a Alemania tras haber vivido en Estados Unidos. En muy poco tiempo se convirtieron en nazis acérrimos. Se negaban a escuchar cualquier crítica contra Adolf Hitler. Durante una visita a California se encontraron en la calle con un íntimo viejo amigo judío. No le dirigieron la palabra. Le dieron la espalda cuando intentó abrazarlos.
Kressmann se preguntó cómo podía ocurrir semejante cosa. ¿Qué les había hecho cambiar de esa manera? ¿Qué les había llevado a ese grado de crueldad?
Algunas de las claves, que no explicaciones (porque no las hay para una mente normal) que pueden ayudar a responder esas preguntas las encontramos en este relato breve que es una pequeña joya literaria, un relato epistolar que nos habla de uno de los episodios más vergonzosos de la historia reciente de la humanidad protagonizado por unas élites y secundado por una parte nada desdeñable de la población de uno de los países más cultivados del momento.



miércoles, 19 de abril de 2017

BELLE EPOQUE

Un joven llamado Fernando (Jorge Sanz), tras el fallido golpe de Jaca deserta de la base aérea de Cuatro Vientos donde está destinado. Unos meses después, en febrero de 1931, se tropieza con unos guardias civiles por la zona por la que deambula. Tras conocer sus ideas políticas, le arrestan.
En un determinado momento uno de los guardias (el cabo), decide soltar al joven arrestado en contra de sus propias ideas políticas, el compañero de éste no está de acuerdo porque lo considera una traición hacia la ley y amenaza con matarlo si suelta al joven. El cabo, que además es suegro del otro guardia, le desafía, recordándole que es uno de los miembros de su familia y no tendrá valor para hacer lo que dice, pero el guardia en un momento de locura, dispara y lo mata, reaccionando acto seguido cuando es consciente de lo que ha hecho y arrepentido de lo ocurrido, suicidándose a continuación. El joven, atónito ante lo sucedido, huye despavorido.
Fernando, ex-seminarista, joven y guapo, conoce entonces a Manolo (Fernando Fernán Gómez), un viejo pintor, sabio y escéptico, que le ofrece cobijo en su casa en medio del campo, pero también su amistad. Llega el día en que el joven debe irse, pues vienen de Madrid las cuatro hijas del pintor a pasar unos días con su padre. Cuando el joven ve descender del tren a Clara (Miriam Díaz-Aroca), Violeta (Ariadna Gil), Rocío (Maribel Verdú) y Luz (Penélope Cruz), decide no coger el tren y regresa a casa de Manolo. Esos días marcarán el resto de su vida. En terreno tan propicio, Fernando descubrirá pronto los placeres terrenales pero, también, lo pasajera que acostumbra a ser la felicidad, el joven enamora, y se enamora, sucesivamente de las cuatro chicas, teniendo relaciones sexuales ocasionales con tres de ellas, Clara,Violeta y Rocío, las mayores. Luz, la hija menor, está enamorada de Fernando que acabará pidiéndola matrimonio.


Segunda película española en obtener el Oscar de Hollywood a la mejor película de habla no inglesa a pesar de que no contaba mucho en las predicciones.
Es conocida la anécdota de Fernando Trueba cuando recogió el galardón y en su breve alocución de agradecimiento dijo: "Me gustaría creer en Dios, pero sólo creo en Billy Wilder, así que, gracias Sr. Wilder".
A los pocos días, el genial cineasta estadounidense de origen austriaco, le llamó para agradecerle el detalle. Cuando Trueba descolgó el teléfono, Wilder le dijo: "Hello Fernando, I'm God"("Hola Fernando, soy dios").


El film es técnicamente brillante, muy bien fotografiado por José Luis Alcaine y con un buen trabajo de iluminación; cuenta además con un guión del gran Rafael Azcona, bien construído, que da pie a una película sin pausas que entretiene al espectador, con muchos momentos de humor, pero también con llamadas de atención sobre que la felicidad es perecedera.
Las actuaciones más que correctas en general y, aunque el peso de la narración lo llevan el protagonista y las cuatro chicas, hay un magnífico trabajo de los secundarios, empezando por Fernando Fernán Gómez y siguiendo por el resto de nombres, algunos muy conocidos en el cine español (Agustín González, Chus Lampreave, Gabino Diego, Juan José Otegui, María Galiana...).


Trueba lleva a la pantalla la historia de un sueño, de una entelequia si se quiere, una especie de paraíso en la tierra. No es baladí que la acción se sitúe en el tiempo inmediatamente anterior al advenimiento de la II República, pues aquello también fue un sueño de algo que pudo ser y no fue.
Es una historia de libertad en todos los sentidos, aunque alguno sólo se fije en el aspecto sexual, pero en realidad no se detiene únicamente en eso, sino que la libre expresión de ideas, o el papel de las mujeres, a las que se presenta como personas cultivadas y dueñas de su persona, redunda en ese discurso, que se remata con un entorno bucólico, alejado de una realidad que no era la que se nos muestra de sana convivencia. Así acabó todo como acabó, incluso antes de haber empezado.
Lo dicho, la historia de un sueño.




martes, 18 de abril de 2017

EL MONARCA DE LAS SOMBRAS

Javier Cercas escribe la novela que siempre tuvo en mente y que había pensado durante mucho tiempo que nunca escribiría.
Reconstruyendo la vida de su pariente Manuel Mena, en parte real, en parte imaginada, dado que hay pasajes de ella que son imposibles de conocer por el tiempo transcurrido, Cercas reflexiona sobre la Guerra Civil española, los motivos de la contienda y lo que pudo empujar a algunas personas a militar en uno u otro bando.
Manuel Mena era un joven, casi un niño, cuando pasó a engrosar las filas del ejército de Franco recién estallado el conflicto bélico, sólo dos años después perdía la vida en la Batalla del Ebro. La muerte de aquel joven alférez provisional en acto de guerra, le convirtió en una especie de héroe en el entorno familiar de Cercas, pero el escritor pretende buscar qué hay tras el mito, cuál era la realidad de la persona debajo de la mitificación de la que se ve orlada su figura.
En realidad, ya digo que la figura de Mena es una disculpa para espantar los fantasmas del propio autor, avergonzado del pasado franquista de su familia e intrigado, a la vez que deseoso de comprender por qué gentes sencillas del lugar donde nació, Ibahernando, un pueblo cercano a Trujillo, como ocurrió en otros tantos lugares de España, se fueron a la guerra enrolados en lo que para él era el bando equivocado, porque Cercas defiende que aquella gente, pequeños propietarios o jornaleros sin tierra, debieron ser republicanos y que era en la República en quien debían tener depositadas las esperanzas de salir de su situación de postración, atraso e incluso cierta miseria.
Una de las conclusiones a las que llega es que aquella gente, que no eran precisamente ricos, incluso en algunos casos directamente pobres, eran a un tiempo lo que se conoce como gente de orden, espantados ante los acontecimientos que, o bien habían presenciado, o bien habían llegado a sus oídos, sobre desmanes en forma de huelgas, destrucción de maquinaria en las dehesas, incluso represalias contra algunos de los pequeños propietarios agrícolas, y se vieron impelidos a alinearse en el bando de los golpistas.
El libro de Cercas, en el que expresa conclusiones personales, pero argumentadas, ha servido la controversia, alimentada desde ciertos sectores intransigentes de la progresía de izquierdas que se posiciona directamente contra el enfoque que da el autor. Para algunos, este libro, al menos tal cual está, nunca se debió escribir, porque entienden que da cierta imagen de normalidad al bando nacional. Mi particular opinión es que Cercas, lo que trata es de llegar a comprender, simplemente, y las conclusiones a las que llega pueden ser criticables, pero son personales, como ya he dicho y creo que en el libro, la idea que queda expuesta, es que las cosas raramente son blancas o negras, que unos mataron y otros también, que unos y otros tenían sus razones (Cercas deja bien claro con quién está y que lo de Franco fue un golpe contra un gobierno democrático) y que en ambos bandos se cometieron tropelías sin cuento.
Que a él le hubiera gustado que fuera de otra forma, que nadie hubiera levantado la mano contra la República, queda bien sentado, simplemente trata de entender algo de lo que pasó y reflexionar sobre ello, porque lo que está también claro es que hubo mucha gente que apoyó a los militares rebeldes y muchos de ellos lo hicieron sin recibir nada a cambio, pero siguieron siendo franquistas por convencimiento de que aquel era su bando.
De cualquier manera, a quienes ahora, con la ventaja que da la perspectiva histórica, juzgan a quienes protagonizaron aquella etapa de la historia reciente de España (y no me refiero a los protagonistas de primera fila), habría que recordarles que, pese a lo que les cuenten y a la realidad que les quieran hacer ver, en España, fuera por convicción, fuera por conformismo, la mayoría de la gente estaba instalada en una cómoda posición de laissez faire y que muchos de ellos, muchas de aquellas familias, en Galicia, en Castilla, en Extremadura, pero también en Madrid, en Cataluña, o en el País Vasco, tenían entre sus miembros personas que habían estado con Franco, aunque fuera por omisión, bien que fuera verdad lo que dice el autor sobre su tío abuelo, que "no murió por la patria, sino por una panda de hijos de puta que envenenaba cerebros".
Pero repito, eso lo vemos (quien lo vea así, claro) ahora, pero entonces...
De cualquier modo, el libro de Cercas se lee con agrado, está bien escrito, sus protagonistas son personas reales, perfectamente reconocibles y resulta dinámico, ameno y con pasajes en los que no falta la acción y el humor.




lunes, 17 de abril de 2017

WHIPLASH

Andrew Newman (Miles Teller) es un estudiante de primer año de música en el Conservatorio Sheffer, la mejor escuela para explotar sus habilidades con la batería. Su mundo cambia al conocer al temible maestro y director de orquesta Terence Fletcher (J.K Simmons), un hombre que no conoce límite alguno para llevar a sus alumnos a la cúspide de la perfección, sin importar lo poco ortodoxos que parezcan sus métodos.
Una vez que Newman entabla contacto con Fletcher, ese sueño de convertirse en un músico excepcional se convierte en una auténtica pesadilla que lleva al protagonista a un descenso a los miedos y temores más profundos del ser humano centrados en la preocupación por perder el rumbo frente a aquello que se ama y se siente con el corazón.
Fletcher, con su extrema violencia y maltrato psicológico, lleva a Newman al límite de su cordura, donde todo es válido, incluso el sometimiento físico, para llegar a la cima de sus habilidades, donde lo demás no importa en absoluto… ni siquiera la salud mental.
El señor Fletcher piensa que la falta de exigencia ha hecho que la calidad del jazz se esté perdiendo y él lleva años deseando encontrar a un mirlo blanco, un nuevo Louis Armstrong o Charlie Parker.


Pues sí, antes de La la land, ya existía Damien Chazelle que, con esta película que hoy comentamos, se consagró como realizador, tres Oscar de Hollywood lo avalan.
El argumento no deja de ser controvertido, no todos han visto lo mismo en el film. A algunos les encanta este planteamiento, que no es nuevo, recordemos sin ir más lejos, películas como Fama y su secuela televisiva, en la que cada episodio comenzaba con unas palabras de Lydia, la profesora de baile (interpretada por Debbie Allen) "Buscáis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar. Con sudor". Es cierto que aquí, eso se lleva al extremo con este profesor convertido en un sádico que machaca psicológicamente a sus alumnos.
Pero, por contra, a otros les repelen este tipo de lecciones magistrales sobre la cultura del esfuerzo llevada al límite y la descarada competencia que sirve como base para exprimir el talento individual a base de que el que gana se lo lleva todo y los demás se van al vertedero de los fracasados.
Por otro lado, el retrato que hace del mundo del jazz es un tanto peculiar. He leído muchas críticas que dicen que esta película les encantará a los amantes de ese tipo de música, pero yo no sería tan tajante, pues los planteamientos cambian algunas cosas que quienes aman el jazz y lo conocen, encontrarán que chirrían. Esa orquesta tocando según las partituras, la ausencia total de improvisación... ya digo, como mínimo peculiar.


Por otra parte está la película como tal y aquí hay que reconocer que es una auténtica maravilla, que te atrapa desde el comienzo y se te pasa en un santiamén. Desde las imágenes del principio, una vez superado el primer encuentro entre profesor y alumno, cuando este sale a las calles de Nueva York y la música va acompañando su deambular, sincronizada con cada detalle: esquina, semáforo, asfalto... y así es en toda la película, porque Chazelle tiene especial cuidado en sincronizar música e imágenes en un sensacional montaje que le valió uno de los Oscar que se llevó.
Y las interpretaciones, pues a la altura, con dos actores que sacan lo mejor de sí mismo y saben explotar todo lo que sus papeles les ofrecen.
Una perfecta conjunción entre música, actuaciones e imágenes, con una potente banda sonora y un final bien construído y que, además, deja contento al espectador.




viernes, 14 de abril de 2017

LAS CENIZAS DE ANGELA

Frank "Frankie" McCourt (Joe Breen), de cinco años, es el hijo mayor de una familia de inmigrantes irlandeses, formada además por sus padres, Malachy (Robert Carlyle) y Angela (Emily Watson), y sus hermanos (Malachy Jr., un año menor, y los gemelos de dos años de edad, Oliver y Eugene), todos los chicos han nacido en América. La familia reside en un pequeño apartamento en Brooklyn. En 1935, Angela da a luz a una hija, Margaret Mary, que sobrevive sólo unos pocos días, lo que lleva a la madre a una profunda depresión y a los niños a depender de los vecinos para alimentarse.
Ante la situación de abandono que sufre la familia y, en parte, avergonzadas, las primas de Angela organizan su viaje de regreso a Limerick, en Irlanda, la ciudad natal de Angela, donde vive su familia que nunca ha acogido bien a Malachy por ser norirlandés y generalmente lo evitan.
Los McCourt se convierten posiblemente en los únicos irlandeses que dijeron adiós en vez de hola a la estatua de la libertad, para regresar a una Irlanda que, tras la independencia, se ha convertido en un país donde se pasa hambre y no hay trabajo. 
La casa en que viven está cercana al río Shannon, lo que combinado con las lluvias y las condiciones insalubres, hace que sea una zona de enfermedad endémica. Poco después Oliver enferma y muere. La familia, que aún se recupera de la muerte de Margaret Mary, se ve obligado a enterrar a otro niño. Frankie y Malachy Jr. pasan ahora más tiempo con el otro gemelo, Eugene, que pronto sucumbe también.
Frankie y el joven Malachy (Shane Murray-Cocoran), son enviados a la escuela, donde reciben sus estrictas clases, en las que no faltan los castigos físicos por parte de sus maestros. Malachy, aunque es un amante esposo y padre, es un alcohólico y no puede controlar sus vicios y después del primer día en el trabajo que acaba de encontrar, se gasta todo el dinero en la taberna. Mientras, Angela da a luz otro niño, Michael.


El guión se basa en el libro de memorias escrito por Frank McCourt, publicado en 1996 y con el que el autor obtuvo el Premio Pulitzer y el National Book Critics Circle Award.
La película supuso una decepción tras su estreno, en buena parte debido a las altas expectativas depositadas en ella por los productores tratándose de un film basado en un libro que era superventas. La película fue un fracaso comercial.


Pero no se dejen engañar, ya sabemos lo que ocurre en ocasiones, que la volubilidad de crítica y público son difíciles de explicar, y este, bajo mi punto de vista, es uno de esos casos.
La película está ambientada maravillosamente, consiguiendo transportar al espectador al mundo sórdido y mugriento en el que se desarrolla la infancia de los pequeños McCourt, estupendamente fotografiada y acompañada de una banda sonora que es una pequeña obra de arte como no podía ser de otro modo viniendo de John Williams (estuvo nominada al Oscar).
Una película muy visual, que retrata bien el ambiente irlandés de la época (años 40 y primeros 50), acompañada de unas conseguidas interpretaciones, no sólo de los dos padres, sino de los niños que, la verdad, lo hacen muy bien.
El film se hace ameno, y deviene en un retrato descarnado, no exento de cierto sentido del humor, que llega incluso a hacerte sonreír por momentos, e impregnado de la presencia constante de una religión que atemoriza y no logra poner remedio a la miseria, pero en la que, pese a la crítica, no se ceba, presentándonos también la cara humana de algunos de sus ministros.
Una estupenda película, bien narrada y que consigue transmitirnos el mensaje de que a pesar de la miseria que les rodea, hay unos niños que crecen jugando, haciendo travesuras y tienen, en medio de sus amarguras, sus momentos felices.




jueves, 13 de abril de 2017

EL VERDUGO

José Luis Rodríguez (Nino Manfredi) es un trabajador de una funeraria que vive en un hogar pobre junto a su hermano, su cuñada y los hijos de estos, y que desea emigrar a Alemania para aprender el oficio de mecánico para prosperar. Un día, en una prisión, conoce a Don Amadeo (Pepe Isbert), un anciano verdugo a punto de jubilarse y que tiene una hija, Carmen (Emma Penella). José Luis se enamora de Carmen, el padre los descubre cuando acaban de salir de la cama, y se casan forzosamente, cambiando así las expectativas de futuro del primero.
Los recién casados quieren comprar un piso, pero no pueden hacerlo ya que es necesario que José Luis acredite trabajar en un empleo que le permita acceder a una vivienda como funcionario del estado y se ve obligado a aceptar el empleo más bajo del momento: el de verdugo. El pobre hombre, ahora un padre de familia, intentará huir de Don Amadeo y de Carmen, escurrir el bulto para no ejecutar a nadie…
El final que vemos en la película no se corresponde con el final pensado por Berlanga en un primer momento. Fue Ennio Flaiano el artífice del culmen de la historia que vemos en la pantalla. En el final original propuesto por el director, el protagonista vuelve al barco después de su primera ejecución y le dice a su mujer Carmen que comprará una muñequera la próxima vez. Finalmente en la película no es esto lo que vemos. El protagonista le dice a su suegro: “No lo haré más, ¿me entiende? No lo haré más”. A lo que Amadeo contesta: “Eso mismo dije yo la primera vez”.


Se dice que esta película es un alegato contra la pena de muerte, y lo es. Entonces ¿qué la hace diferente a otras que han tratado sobre el mismo asunto?, porque estamos acostumbrados a ver films, sobre todo norteamericanos,  girando habitualmente sobre un argumento similar: un asesinato poco clarificado, la detención de un sospechoso (en muchos casos, un inocente), un juicio injusto o incompetente, un fallo judicial dramático, la condena a muerte (a partir de la cual se desarrolla el sufrimiento de familiares y amigos), las luchas para cambiar la pena, y, en algunos casos, las carreras después de la constatación de la inocencia para detener al verdugo. Todo esto ha devenido en una serie de tópicos que caracterizan el subgénero, pero Berlanga no es hombre de tópicos y nos ofrece una reflexión sobre el asunto desde una perspectiva totalmente distinta y original, seguramente más dramática incluso.
Si Berlanga hubiera tratado directamente de estas cuestiones, seguramente, no hubiese alcanzado el mismo nivel artístico. En todo caso, la cinta, a pesar de no estar circunscrita a elementos de la realidad, no deja de mostrar conexión con la realidad histórica, lo que la convierte en un filme de doble adscripción: por un lado activa la memoria histórica gracias al reflejo social de elementos propios de la dictadura franquista; por otro, resulta una obra atemporal que refleja la utopía de la libertad individual.
La historia del viejo verdugo a punto de retirarse y del verdugo novato, desprende un regusto macabro y un tufillo acre y mordaz. Es una historia de perdedores, pero más cruel y amarga de lo habitual.


Como en otras ocasiones, Berlanga se queja de la intromisión de la censura, en este caso, hasta el embajador español en Roma puso pingando a la película cuando se presentó en el Festival de Venecia.
Aunque el italiano Ennio Flaiano colaboró en el guión, Berlanga señala que su talento poético quedó aplastado por la mala leche de los dos españoles (él mismo y Rafael Azcona), a los que el hecho de vivir bajo la bota del tirano, aportaba una dosis de hiel suplementaria.
A diferencia de otros films de Berlanga, no tiene planos secuencia, ni es coral, lo que le va muy bien a los brillantes diálogos, al centrarse en planos medios sobre los actores. Sin embargo, es curioso que al repasar la nómina de quienes intervienen, nos encontramos a gran cantidad de nombre muy conocidos de la escena española, es cierto que muchos de ellos con apenas una frase y apareciendo en una sola secuencia (aparte de los protagonistas, ya mencionados, José Luis López Vázquez, María Luisa Ponte, María Isbert, Julia Caba Alba, Erasmo Pascual, Xan das Bolas, José Orjas, José María Prada, Antonio Ferrandis, Lola Gaos, Alfredo Landa, José Sazatornil, Agustín González, Chus Lampreave, José Luis Coll, Emilio Laguna, Valentín Tornos, Elena Santonja...).
A Berlanga no le gustaba el adjetivo de humor negro, un término importado de Inglaterra, él decía que esto era humor español, algo que aquí llevábamos haciendo toda la vida, incluso antes de los clásicos del Siglo de Oro y que está más emparentado con la picaresca.
La música es de Miguel Asins Arbó y acompañando a los títulos de crédito se escucha el Twist "El Verdugo" de Adolfo Waitzman. Es una de las películas de las que el realizador levantino estaba más contento por el resultado final, destacaba lo bien que le había ido con todo el mundo, técnicos incluídos y lo bien que todos lo habían hecho. Hablaba de Nino Manfredi, demasiado galán guapo y de Emma Penella, de quien en un arranque de cruel sinceridad decía que engordaba unos kilos cada día, para añadir a continuación que ambos suplían posibles inconvenientes con su indudable talento.
De Pepe Isbert ¡qué decir!, genial, como siempre.
Estamos ante una de las joyas del cine español, sin duda, una obra maestra.




miércoles, 12 de abril de 2017

LA NOVENA PUERTA

A Dean Corso (Johnny Depp), “cazador de libros a sueldo” y mitad amigo, mitad socio del librero Bernie (James Russo) le piden que tase la colección de un bibliófilo que está impedido en su silla de ruedas, Corso aprovecha para llevarse a bajo precio una codiciada edición del Quijote. Al poco, Corso acepta otro encargo que le hace un conocido coleccionista de libros sobre el diablo, llamado Boris Balkan (Frank Langella): indagar sobre la autenticidad de un ejemplar –de los tres que aún se conservan–del misterioso De Umbrarum Regni Novel Portis (El Libro de las Nueve Puertas del Reino de las Sombras), una especie de manual para invocar al diablo y por causa del cual el impresor Aristide Torchia fue quemado en Venecia en 1667 por la Inquisición, junto a todos sus libros. Uno de los ejemplares está en posesión de Balkan, pero este sospecha que de los tres que señalan los catálogos que se salvaron de la hoguera, sólo uno es auténtico y quiere saber cuál de ellos.
Corso, escéptico, acepta el encargo y tiene que volar a Sintra, en Portugal, y París en Francia, para ponerse en contacto con los propietarios, Victor Fargas (Jack Taylor) y la baronesa Kessler (Barbara Jefford) y encontrar el ejemplar genuino. Antes de viajar a Europa, la viuda Liana Telfer (Lena Olin) quiere recuperar el libro que Boris Balkan dice le compró a su marido poco antes de que se suicidara, para lo que no duda en mantener relaciones sexuales con Corso, pero este no acepta su oferta. Cuando Corso vuelve a la librería de Bernie, bajo cuya custodia ha dejado el libro, se encuentra con su amigo asesinado en la misma posición de uno de los grabados del libro. Corso viaja a Toledo, España, para entrevistarse con los hermanos Ceniza (José López Rodero), conocidos impresores y encuadernadores, para aprender más acerca de Las Nueve Puertas. Durante su viaje en Europa, Corso es perseguido por Liana y su guardaespaldas, que pertenecen a la secta de la Orden de las serpientes de plata, siendo protegido por una misteriosa chica con poderes sobrenaturales. Mientras tanto, los propietarios de los otros dos ejemplares de Las Nueve Puertas van siendo asesinados. Corso se obsesiona con el libro y el misterio que encierra.


El guión, en el que colaboró Enrique Urbizu, se basa en el libro de Arturo Pérez-Reverte "EL Club Dumas", la novela que según su autor, le dio el espaldarazo como escritor y le hizo ver por primera vez con certeza, que podía vivir de lo que escribiera.


Cuando Pérez-Reverte contempló el éxito de la novela de Umberto Eco "El nombre de la Rosa" en España (también en otros países, por supuesto), se dio cuenta de que existía un amplio nicho de lectores que se interesaban por un tipo de novelas que a él le apetecía escribir y para las que estaba convencido que no existía mercado en nuestro país y fue cuando decidió embarcarse en la aventura del Club Dumas. Si con su novela alcanzó un éxito innegable y se vio publicado en más de cincuenta países, la adaptación cinematográfica no corrió la misma suerte que la novela de Eco.


Y es que Polanski construye una historia que arranca de maravilla, captando la atención del espectador y manteniéndola durante la primera parte del film, para ir decayendo poco a poco, hasta llegar a un final en descenso libre. Si a esto le unimos la duración del film, nos encontramos ante una película que promete al inicio y que decepciona durante buena parte del desarrollo posterior.
Quizá esa decepción es lo que le hace a uno menos condescendiente con todos los errores que restan credibilidad al relato y que hemos ido contemplando a lo largo del film, como ese libro de pastas inmaculadas y de níveas hojas, ¡por favor!, podían haberse esforzado un poco para que pareciera antiguo. O cuando vemos a Corso regresar tranquilamente al hotel donde se aloja en París, mientras la casa de la baronesa se quema, con ella dentro tras haber sido asesinada. La secretaria de la baronesa conoce a Corso y ha tropezado (literalmente) con él en las escaleras y el tipo regresa al hotel como si tal cosa. De estas incongruencias hay alguna más, que conste.
El film resulta entretenido, sin más, fracasando en la deriva que va tomando de ser una película de intriga a un relato de acción.




martes, 11 de abril de 2017

MANUAL PARA MUJERES DE LA LIMPIEZA

Lucia Brown Berlin, conocida como Lucia Berlin, es tenida por lo que se conoce en literatura como un escritor maldito, en parte debido a su azarosa existencia que parece de leyenda, de leyenda muchas veces triste y dura, eso sí.
Nacida en Alaska, donde trabajaba su padre, ingeniero de minas, más tarde se trasladó con su familia por diversos yacimientos de Idaho, Kentucky y Montana, hasta que el padre se fue a la guerra en 1941, donde sirvió como teniente de la Armada, mientras ella, su madre y su hermana, se trasladaban a El Paso con los abuelos maternos. Cuando el padre estuvo de regreso, la familia se instaló en Chile donde pasó de ser una niña estadounidense de clase media a una señorita de clase alta chilena alumna de un exclusivo colegio privado.
Se casó a los 17 años con un escultor que la abandonó cuando tuvo a su segundo hijo. A los 22 años se vuelve a casar con un pianista apellidado Newton, nombre que adopta para sus primeras publicaciones, pasando a ser definitivamente Lucia Berlin a partir de 1961, cuando abandonó a Newton y se fue a vivir con Buddy Berlin, el que sería su tercer y último marido, también músico de jazz, un compañero carismático pero adicto a la heroína, con el que tuvo otros dos hijos.
Tras divorciarse, en 1968, trabajó como profesora sustituta en la Universidad de Nuevo México. De 1971 a 1994 vivió en Berkeley y Oakland (California). Con poco más de 30 años Lucia dejaba tres matrimonios atrás y tenía cuatro hijos a su cargo. Sin profesión ni ingresos regulares realizó numerosos trabajos: de profesora de secundaria, recepcionista en una consulta de ginecólogía, ayudante de enfermería en la sala de urgencias de un hospital e incluso de limpiadora.
En 1994 logra una plaza como profesora en la Universidad de Colorado y pasa los siguientes seis años en Boulder como escritora visitante y profesora asociada. En su segundo año de estancia ganó el premio de la universidad a la excelencia en la enseñanza.
Los estudiantes la adoraban pero el clima no le sentaba bien y empeoraba sus problemas respiratorios cada vez más graves hasta el punto de no poder separarse de una bombona de oxígeno. En 2001 un cáncer de pulmón forzó su retiro. Se trasladó a California para estar cerca de sus hijos y se instaló en el garaje de la casa de uno de ellos. Falleció el 12 de noviembre de 2004 en Marina del Rey, el día que cumplía 68 años.
Berlín había publicado sus relatos en revistas y periódicos de pequeña tirada, hasta que se publica, cuando ella ya hace años que falleció, esta colección de 43 de sus breves historias, con las que Lydia Davis, pretende traer a Berlin el reconocimiento que nunca disfrutó en su propia y dura vida.
El atractivo principal de los relatos es su cercanía, Berlin escribe en primera persona historias que no necesariamente han ocurrido tal cual, pero sí que han ocurrido y ella las ha visto o las ha protagonizado. Uno se la puede imaginar perfectamente en la mesa de una cafetería o en la cocina o el salón de su casa, al final de un largo día relatando lo que recuerda de la jornada, sus visitas a las casa donde limpia, en la consulta donde trabaja o en la universidad donde da clases, o simplemente en casa con sus hijos esperando a que abra la primera licorería en que le venderán la botella que le ayudará a calmar su ansiedad de alcohólica o plasmando sobre el papel sus recuerdos de infancia.
Pero ella no hace solo retratos de personas, sino que lo mezcla con sus propios pensamientos y visiones, a veces surrealistas.
Berlin nos habla de sus recuerdos novelados, de niña sometida al aislamiento y la burla de sus compañeras debido al corsé ortopédico que llevaba, expulsada de varios colegios por cosas a veces nimias; de una madre alcohólica que nunca acepto que se casara con un hispano; de su propio alcoholismo, que logró superar, igual que fue capaz de sacar adelante a sus cuatro hijos. Todo ello con una prosa vivaz y dinámica que incluso se nota en su peculiar forma de puntuar sus escritos, muchas veces prescindiendo de las comas, cuyas paradas no se notan en la conversación oral, consiguiendo dar mayor velocidad al texto, no ha lugar al aburrimiento para el lector y todas sus duras experiencias orladas de un profundo e inteligente sentido del humor. Por ejemplo, en uno de los relatos reflexiona sobre qué hubiera ocurrido si Jesucristo, en lugar de en su época hubiera vivido en la actual y en vez de en la cruz, hubiera muerto electrocutado, ¿llevarían sus seguidores colgada al cuello una silla pendiendo de una cadenita?
Por cierto, en 1955, estando matricula en la Universidad de Nuevo México y, en parte, debido a su perfecto dominio del español, Lucía Berlin fue alumna del escritor español Ramón J. Sender.



lunes, 10 de abril de 2017

LA MILLA VERDE

Paul Edgecombe (Tom Hanks), un exfuncionario de prisiones, narra lo que ocurrió años atrás en el Bloque E de la prisión de Cold Mountain, el bloque de los condenados a muerte.
Cierto día llega un nuevo prisionero, John Coffey (Michael Clarke Duncan), un hombre negro gigantesco acusado de la violación y asesinato de 2 niñas gemelas. En principio John es culpable, así lo ha dictaminado el tribunal que le juzgó y el juez que le sentenció a muerte, pero ciertos acontecimientos y reacciones de John, así como las capacidades fantásticas que presenta de curación con las manos, hacen que Paul y los restantes miembros del equipo de vigilantes, tengan que replantearse muchas cosas.
Junto a estos personajes, conocemos a otros "inquilinos" de la llamada Milla Verde, el pasillo donde están las celdas de los condenados a la silla eléctrica. Allí están Eduard Delacroix (Michael Jeter) y su ratoncito amaestrado; 'Wild Bill' Wharton (Sam Rockwell), un detestable convicto; o el oficial de prisiones Percy Wetmore (Doug Hutchison), un verdadero sádico que sólo se atreve con los débiles y es un cobarde cuando las cosas vienen mal dadas.
John Coffey es un hombre de bondad infinita, delicado en sus relaciones con los demás que, tras una personalidad ingenua e infantil, esconde un prodigioso don sobrenatural. Cuando se presenta la ocasión de ponerlo en práctica, Edgecomb aprenderá que los milagros existen, incluso en los lugares más insospechados.


El guión, del propio Frank Darabont, realizador también de la película, se basa en un relato de Stephen King. El autor de la novela, la había publicado por capítulos en prensa, en una especie de divertimento sugerido por algunos seguidores, en parte como homenaje a Dickens, que publicó muchas de sus obras de esta manera y, en parte, para evitar algo que algunos lectores de King no pueden evitar al leer sus fantásticos relatos: Ir a las últimas páginas para ver cómo acaba antes de haberse leído el resto.


La verdad es que los relatos de Stephen King han dado pie a unas cuantas buenas películas de esas que son recordadas para siempre, estamos ante uno de esos casos, un gran film en el que Frank Darabont (que ya había adaptado la también inolvidable Cadena Perpetua, sobre otro relato de King) demuestra su maestría tanto a la hora de adaptar el relato, como en la sabia dirección del film.
Un melodrama carcelario que transcurre durante gran parte de sus tres amenas horas, en el pasillo de los condenados. No es fácil que una película que se desarrolla en tan reducido espacio, mantenga el interés del espectador y menos con un metraje tan largo, pero Darabont consigue involucrarnos de tal modo que lo consigue.
Una película que se toma su tiempo, pero cuya idea es tan poderosa que nos absorbe y nos sorprende, en parte gracias a las conseguidas interpretaciones, no sólo de un inmenso Tom Hanks, sino de todos y cada uno de los secundarios que saben sacar excelente partido del protagonismo que en algunos tramos les da el film, cuya carga sentimental está aliviada por algunas gotas de humor, a pesar de lo cual, seguramente a algún espíritu sensible, le hará derramar una lágrima.
Una estupenda película.




viernes, 7 de abril de 2017

LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS

Don Gregorio (Fernando Fernán Gómez) es el maestro de la escuela de un pueblo de Galicia, que enseña a los alumnos mediante la observación, y tratando de desarrollar las capacidades del pensamiento propio.
Moncho (Manuel Lozano) es el hijo del sastre que va a acudir a la escuela por primera vez tras una larga enfermedad. El niño tiene miedo, pues por comentarios que ha escuchado, está seguro de que allí le van a pegar. El primer día es desastroso ya que se hace pis encima, por culpa de los nervios, cuando el maestro trata de que se presente a sus compañeros y estos comienzan a decir que se llama Gorrión por un comentario que hizo su madre a la entrada de la escuela.
Al día siguiente todo se normaliza y el muchacho se integra plenamente en el grupo, sobre todo de la mano de su nuevo amigo y condiscípulo Roque (Tamar Novas).
El hermano de Moncho, que trabaja de mancebo en la farmacia del pueblo, practica en casa con el saxofón y acaba tocando en una orquesta de aficionados de la localidad llamada “Orquesta azul”, con la que participa en festejos populares incluso de los pueblos vecinos.
Don Gregorio enseña muchas cosas a Moncho, un día les habla en clase de lo importante que es para las mariposas que su lengua tenga la forma que tiene para poder extraer el néctar de las flores.
En Galicia triunfa el levantamiento del 18 de julio de 1936 e inmediatamente comienzan las represalias. Muchos republicanos son detenidos y apresados (el maestro incluido), cuando son sacados del lugar en que les tienen encerrados para cargarlos en un camión, la gente del pueblo empieza a gritarles cosas como: ¡Rojos!, ¡Ateos!, ¡Asesinos! Y la madre de Moncho le dice a este que tiene que gritarle algo ya que su marido es republicano y sospecharían mucho si no dijeran nada. Finalmente Moncho se une al grupo de niños que tira piedras al camión donde transportan a los republicanos.


El guión, de Rafael Azcona, se basa en los relatos de Manuel Rivas "La lengua de las mariposas", "Carmiña" y "Un saxo en la niebla", incluídos en el libro "¿Qué me quieres, amor?", publicado por Alfaguara en 1996.
Azcona y José Luis Cuerda tejen con los tres relatos una historia maravillosa, consiguiendo que los tres formen parte de un todo.
Preciosa banda sonora de Alejandro Amenabar, con un tema central cargado de nostalgia que se repite durante toda la partitura y unas actuaciones sobresalientes, incluídos los secundarios independientemente de la relevancia de su papel.


Fernán Gómez decía que, cuando vio la película en un pase privado antes de su estreno, aparte de sentirse satisfecho con su trabajo, le pareció una magnífica película. Lo cierto es que es uno de esos films que te reconcilian con el cine nacional porque reúne una serie de circunstancias que la acercan a lo que consideramos obras maestras: Una buena historia, bien construída, entretenida, con interpretaciones conseguidas y con un final que impacta y queda en la memoria.
Es cierto que el argumento no es imparcial, pero lo que cuenta sucedió más o menos tal cual, otra cosa es que sólo cuente lo de una parte, pero sí hubo mucha gente que fue perseguida, represaliada, encarcelada o fusilada, sólo por pensar diferente, sin que jamás hubieran movido en dedo en señal de violencia.
Además de todo eso, la película es entretenida por sí misma, es cierto que el final le da un plus, pero la historia tiene mucho más que eso, por ejemplo el maravilloso homenaje a los maestros rurales, mal pagados, olvidados por las autoridades y que a base de empeño y amor a su profesión sabían sacar de donde no había.
El retrato de la vida de aldea, con algunas de sus virtudes y defectos y ciertas secuencias muy logradas, completan esta película que está entre las mejores de lo que hemos podido ver en los últimos años y que seguro perdura en la memoria de quienes la han disfrutado.
Incidiendo en esa idea de que hay mucho más que la historia triste de la represión, quiero recordar una escena que a mí siempre me pareció muy lograda, aquella en que el hermano de Moncho toca el sólo de saxofón mirando a la joven esposa del alcalde, una escena de amor sin palabras, en la que sólo hablan las miradas y la música, que componen una escena romántica de primer nivel.
Y es que como dijo el autor del relato, Manuel Ribas, La lengua de las mariposas trata de amor y de libertad.




jueves, 6 de abril de 2017

LOS VIAJES DE MARCO POLO

En 1271, el joven Marco Polo partió de su Venecia natal para acompañar a su padre y a su tío en un fabuloso viaje a través de Asia, hasta la corte de Kublai Kan en China. A su vuelta relató sus experiencias en una obra mítica, el Libro de las maravillas del mundo, también conocido como El libro de Marco Polo o Los viajes de Marco Polo.
El libro relata veinticuatro años de travesías y descubrimientos por territorios muy alejados de su Venecia natal, entre 1271 y 1295. Acompañado por su padre y su tío, Marco Polo vivirá y trabajará diecisiete años al servicio del gran emperador mongol Kublai Kan, proporcionándonos un caudal inconmensurable de datos sobre los países y los paisajes que atraviesa, así como sobre la gente que trata y conoce, sus historias, costumbres, cultos, cultivos, joyas, tejidos, caminos, comidas y animales. Es cierto que algunas veces, el lenguaje que utiliza nos resulta, cuanto menos, chocante, cuando no sospechoso de exageraciones o juicios de valor que ponen en duda sus apreciaciones, pero en otros pasajes todo, o casi todo lo que dice, se ajusta a una realidad que, sin duda, debió sorprender a sus contemporáneos.
Ese lenguaje exagerado y fantástico, lo emplean Marco Polo y su escriba, Rustichello da Pisa, para mantener despierta la atención de sus potenciales lectores u oyentes, puesto que, precisamente la manera en que está escrito, ha llevado a pensar a muchos expertos que el libro está escrito más para ser escuchado que leído.
Cuando Marco Polo está cerca del final de su viaje, se halla tan lejos de Venecia que cree verdaderamente que se halla en otro mundo y es que hay que ponerse en el momento, seguramente todo aquello les era tan extraño y novedoso que tal apreciación no tenía nada de exagerado. Marco nos va describiendo maravillas y rarezas, como el maravilloso palacio móvil de Kublai, hecho de bambú y totalmente decorado, o la presencia de magos, astrólogos y nigromantes, así como los suntuosos y espectaculares banquetes ofrecidos por el emperador.
En Pekín, Marco Polo pasa a formar parte de la élite de extranjeros que trabajan al servicio del gran Kan. Así, el veneciano nos descubre lo portentoso del aparato burocrático y administrativo necesario para regir las entrañas de un imperio que hermana las costas del Pacífico, el Índico, el Himalaya y los confines mediterráneos del Próximo Oriente. Marco Polo descubre a los europeos la férrea organización de un ejército de proporciones inmensas, un sistema de correos que funciona a la perfección, la fabricación de papel a partir de técnicas desconocidas en Europa, el uso extendido del papel moneda…
A pesar de todo lo que nos cuenta, de las ciudades que recorre, de sorprendentes obras como la del del Gran Canal (una antiquísima obra de ingeniería empezada en el siglo VII y en la que trabajaron más de cinco millones de hombres y mujeres), hay investigadores que dudan de que Marco Polo estuviese realmente en China, precisamente por todo lo que omite: ¿Por qué Marco Polo no menciona en absoluto ni la Gran Muralla, ni la escritura ideogramática china, ni el té, ni los palillos de comer o los pies vendados de las mujeres? Pero hay que tener en cuenta que ni la Gran Muralla –que sería reconstruida en piedra en el siglo XVII por la dinastía Ming– ni el té, que llegaría a China en el siglo XVI de mano de los portugueses, tenían entonces la importancia que tienen ahora, y las costumbres o características de la civilización china eran en aquel momento, a ojos del veneciano, poco significativas o de escaso valor documental, pues eran los mongoles quienes gobernaban y los chinos el pueblo sometido, y, no hay que olvidarlo, Marco Polo trabajaba para el Kan.
Desde el primer momento, el libro despertó la imaginación de los europeos y el interés por conocer aquel mundo que sonaba a fantástico pero que muchas personas inquietas no pudieron dejar de soñar con conocer algún día y que aún hoy, nos sigue sorprendiendo.