lunes, 29 de mayo de 2017

ANITA NO PIERDE EL TREN (ANITA NO PERD EL TREN)

Anita (Rosa María Sardá), taquillera de un cine de barrio ve cómo, literalmente, toda su vida se viene abajo. El propietario del cine, Isidro Leyva (Jordi Dauder), la llama a su despacho y le comunica que debe irse a casa durante quince días, que serán unas pequeñas vaciones. Al pasar ese tiempo, Anita regresa a su lugar de trabajo y se encuentra con un solar, el cine ha sido derribado y vendido a una cadena que va a construír unas multisalas. El Sr. Leyva la telefonea y le dice que la nueva empresa ha decidido prescindir de sus servicios, que no da la imagen que buscan y que la consideran antigua. Anita se ve obligada a una jubilación anticipada.
Incapaz de asumir su nueva situación, sigue acudiendo todos los días al lugar donde estaba el cine, están efectuando trabajos de explanación y cimentación y Anita conoce al conductor de la excavadora, un hombre casado llamado Antonio Mata Prieto (José Coronado), que no oculta su estado civil y del que se enamora.
A pesar de ser una relación sin futuro, para Anita, a sus cincuenta años, supone traspasar una frontera en lo que hasta ese momento ha sido su vida.
Su relación no está exenta de cierta ternura y los encuentros de ambos enamorados, se llevan a cabo en el remolque donde la empresa tiene instaladas sus oficinas en la obra.
Entre los dos, serán capaces, gracias a estos encuentros secretos, de abrir una puerta que les dará ciertas perspectivas de futuro.


El guión se basa en una novela del también coguionista del film,  Lluis-Anton Baulenas titulada "Bones obres". 


Es una comedia agridulce, interpretada por dos todoterrenos de la escena nacional como son Sardá y Coronado, bien acompañados por María Barranco, la vecina y amiga de Anita, prácticamente todo el film gira en torno a estos tres personajes. Muchas de las escenas están acompañadas de reflexiones en off de la protagonista.
Aunque la película nos habla de los nuevos tiempos para la mujer, de su liberación, se ve que ella no es capaz de sustraerse a algunos atavismos de género, Pons procura hacerlo sin dramatizar, dotando a toda la narración de un cierto tono de comedia.
Aprovechando la profesión de Anita hace un recorrido por la vicisitudes del cine moderno en España y los esfuerzos del sector de la exhibición por sobrevivir, primero con el destape, después con el porno, los cines de arte y ensayo, las salas de estreno preferente y, por fin, los multicines.
Una reflexión sobre la fugacidad de la vida y del amor y las segundas oportunidades que nada entre la comedia y el drama suave y que en algunos momentos se queda a medio camino, como si no supiera encontrar bien el rumbo o la conexión oportuna entre ambos, pero que se ve con agrado.




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